‘La Venganza del Dioni’: Los españoles deliran con atracar un furgón blindado

EL BESTIARIO

SANTIAG J. SANTAMARÍA GURTUBAY

En plena ‘Transformacion Democrática Española’ Joaquín Sabina loaba la figura de Dionisio Rodríguez Marín, otros admiraban a Mario Conde. El primero era un anodino empleado de seguridad; el segundo, un empresario de éxito en la banca…

A finales de los ochenta y principios de los noventa, la España del pelotazo, la de los toros en cámara súper-lenta de Canal+, la del crimen de Puerto Urraco, la de la cocaína y la de los preparativos de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo 92, tenía el corazón dividido.‘El Dioni’, fingiendo un ataque de ciática, en un momento en que sus compañeros se bajaron del vehículo, aceleró y se largó con casi 300 millones de pesetas. Al cabo de unos meses lo encontraron en Brasil, donde fue detenido, rodeado de una decena de mulatas en Río Janeiro. Lo narra detalladamente en un todo un ‘clásico’ libro de memorias, que cumple ahora 30 años, ‘Palabra de ladrón’. Un ‘bests sellers 2020’ para tiempos de transformaciones en tierras mexicanas, quintanarroenses y cancunenses. El banquero Mario Conde había conseguido triunfar en ese sector, a pesar de ser un advenedizo. Dos perfiles aspiracionales aparentemente diferentes que en realidad eran muy semejantes: ambos eran delincuentes…Eran los dos rostros del ‘Rey Jano’ en la innovadora economía liberal ‘globalizada’: divertidas putas y putos con ‘label’ de la playa de Ipanema y el culto al cuerpo en Latinoamérica, con dinero de ricos y potentados políticos y ‘yuppies’; y blanqueo de dinero en las aburridas Suiza, Holanda y Luxemburgo con lana de los pequeños ahorradores y vanguardia proletaria de Banesto… Estos fueron los nuevos compañeros de viaje para la añeja autarquía franquista y para los ingenuos intentos de implantar modelos clásicos de economías socialistas y comunistas, incluso una del anarquista español, Buenaventura Durruti que tenía una ‘Columna’ avalada por la dirección de la organización sindical CNT… Todo esto tenía como escenario la Unión Europa y el disciplinado Banco de Alemania. En Berlín, Frankfurt, Colonia, Düsseldorf, Múnich, Bremen, Hamburgo, Bonn… los ciudadanos deliraban con el nuevo socio del Sur de Europa. Sin embargo una buena parte de ellos adquirió una casa de descanso en la ‘Spain is different!’. Este slogan “¡España es diferente!” internacionalizó y ‘germanizó’ el Turismo de la Península Ibérica. “Soy el menos hijo de puta de todos los que han robado en la Transición Económica Española”, se excusó ‘El Dioni’. Logró la ‘amnistía’ de la opinión pública española. Su ‘acción’ era una utopía pendiente para buena parte de los españoles que vieron saquear sus arcas públicas por parte de las élites de los ‘Gallegos corderos de Wall Street’, los nuevos bandoleros del siglo XIX de Sierra Maestra.

Cuando dio el golpe, se refugió en un piso de Vallecas. Ahí, rápidamente, presa de la angustia por la precipitación y falta de planificación con la que había realizado el robo, se arrepintió. Pensó que si huía al extranjero tal vez no volvería nunca a su barrio. Una verdadera lástima, porque la descripción que hace de aquel ambiente y años de juventud es única, es un mosaico imposible: “En el cuarto piso vivía Paco Valladares, en el portal de al lado, el Bombero Torero; y en casa de doña María, en régimen de pensión, vivían varios jugadores del Real Madrid. Fui muy amigo del actor Rafael Arcos, al que conseguía preservativos. Estudié hasta los catorce años en el colegio del Pilar, Santa Ana y San Rafael. Incluso formé parte de una tuna llamada Crisol de Arte, que dirigía el futurólogo Marqués de Araciel. Con todas aquellas imágenes en mi cabeza no pude evitar una sonrisa amarga”. Para que se le subiera un poco la moral en esos momentos críticos, pidió a sus amigos que le consiguiesen casetes de “Pink Floyd, Julio Iglesias, Police…”, pero quien llegó al apartamento fue un tal Celso. La persona que consiguió su traslado a Brasil. Era un ladrón de guante blanco que solo entraba en chalés de lujo. Se ganó la confianza del Dioni mostrándole un reloj Omega Constelation robado en el domicilio de Pozuelo de Rafael Gordillo, jugador del Real Madrid. Antes de iniciar su periplo, se dedicó a arrugar los billetes del botín. Estuvo dos días sentándose encima de ellos, pisándolos, haciendo papiroflexia. Cuando los turistas se lanzaron a las carreteras el 15 de agosto, salió él también en dirección a Portugal. Tuvo dos opciones en su huida a Sudamérica, la que le ofrecía un matrimonio de acompañarles a Chile y la de Celso, que le propuso Brasil. Rechazó el país andino “por la dictadura de Pinochet” y se dirigió a Río de Janeiro atraído, entre otros motivos más prosaicos, por la corrupción policial. Le dijeron que allí podría comprar un cadáver humano calcinado para que la policía, previo pago, diera parte de su fallecimiento en accidente de tráfico. Simular su propia muerte.

La frontera con el país vecino la pasó con su propio DNI, aunque estaba en todos los telediarios, sonando casetes de Julio Iglesias y Los Panchos en el reproductor del coche. En la capital portuguesa, mientras falsificaba el pasaporte para cruzar el Atlántico, tuvo tiempo de inspirarse viendo a Roberto Carlos en directo en la plaza de toros de Lisboa y se las arregló para pasar la noche en compañía de prostitutas dos veces. No hubo una tercera porque, desgraciadamente, antes de hacer un ‘menage à trois’, el sueño de su vida, el Chivas le pasó mala factura y las dos mujeres tuvieron que meterle en la bañera. Se bebía la vida de un trago, como se dice. Con una resaca cósmica, atravesar el control de pasaportes era la parte más complicada. El relato de estas escenas sí que pertenece al pasado, hoy día nunca se haría, o no se debería hacer en esos términos, pero es otro de los momentos álgidos de una historia que llegados a este punto, el centenar de páginas, uno seguía leyendo enganchado más por lo inverosímil que por la crudeza: “Estaba un poquito pasado de copas, maquillado, con la peluca rubia de pelo largo, la mariconera cargada de billetes, un radiocasete estereofónico bajo el brazo y una ligera cojera causada por la ciática. Aparentaba cualquier cosa menos una persona normal; más bien parecía un gay, y yo me dispuse a interpretar mi papel (…) me armé de valor y, echándole un poco de humor al asunto, avancé con mi cojera y mi peluca rubia. Con un ‘hola’ afeminado en los labios -que algunas veces usaba en broma con mis compañeros de Candi-, saludé al policía que sellaba los pasaportes. Este más que ninguno pensó que yo era un afeminado extremo, de los que rozan la locura. Con cara de pocos amigos y, quizás, satisfecho, porque un tipo semejante abandonara su país, metió un golpetazo sonoro al pasaporte y me dejó pasar”. En el avión las azafatas se rieron de él cuando, durmiendo la mona, se le cayó la peluca. Al llegar, no recordaba cuáles eran sus maletas y, en la cinta transportadora, esperó a que todo el mundo recogiera las suyas a ver si eran las que quedaban. El viejo truco. Con el nuevo pasaporte no hubo problemas en entrar en Río de Janeiro.

Después de haberle salido el plan de afanar trescientos millones de pesetas, un poco menos de lo que el FC Barcelona había pagado por Maradona en 1982, con su rostro en el telediario y en todos los periódicos y revistas de España, cuando la lógica más elemental conduciría a cualquiera a guardar cierta discreción, digamos que se le fue un poco el pinzón. Alquiló un apartamento de lujo, según se publicó en este volumen, con vistas al mar y piscina. Iba en helicóptero, cuando no en avioneta. Realizó viajes en barco a las islas cercanas. Se hizo asiduo del restaurante al que iba a cenar su ídolo Julio Iglesias, se permitió el lujo de que una orquesta italiana tocase para él ‘Oh sole mío’ en uno de los restaurantes más caros de la ciudad. Las amistades que hizo en los locales que visitaba le recomendaban “desparramar” cocaína por las sábanas de la cama para que cuando se acostase con alguien, al sudar, su cuerpo transpirase la droga y se pusiera en estado de “macaco nervioso”. Para los trayectos cortos, alquilaba limusinas. Elegía el color del vehículo para que hiciera juego con el de la piel de la brasileña que le acompañaba “en cada momento”. Porque, adornado o no, lo que queda claro en este texto es que en lo que gastó con más fruición fue en prostitutas: “Sus culos parecían hechos de mármol de Carraca y sus pezones eran duros como castañas pilongas. Cada vez que me miraba una de ellas, los ojos se me ponían como el coche fantástico (…) Frecuentábamos ‘Help’ y ‘Barbarella’. Era asombrosa la gran cantidad de mujeres jóvenes y preciosas que había allí y la facilidad para llevárselas a la cama. A los pocos días, mi generosidad se hizo tan famosa que ellas esperaban impacientes su turno.

‘Fuenteovejuna’ es una obra teatral del Siglo de Oro español del dramaturgo Lope de Vega. Está considerada, con ‘Peribáñez y el Comendador de Ocaña’ y ‘El mejor alcalde, el rey’, uno de los tres dramas ‘municipales’ que constituyen lo mejor de su vasta obra dramática. Tomada de un hecho histórico, la trama se desarrolla en el pueblo cordobés de Fuente Obejuna en tiempos de los Reyes Católicos (1474-1516). El drama se presenta con un protagonista colectivo (los habitantes del pueblo), como en la ‘Numancia’ (1585) cervantina o en ‘Los persas de Esquilo’. Como ocurre con gran parte de los dramas de William Shakespeare, el ‘’Fuenteovejuna de Lope ha llegado a conseguir categoría de símbolo, el del prototipo iconográfico-teatral de “la unión del pueblo contra la opresión y el atropello”. “Lo primero que hizo el Dioni al llegar a Río / Fue brindar con el espejo y decir ‘¡qué tío!’”, cantaba Joaquín Sabina en 1990. El tema, que se titulaba ‘Con un par’, estaba incluido en ‘Mentiras piadosas’, el séptimo trabajo de estudio del cantautor de Úbeda. “¡Ay, Dionisio! / Fue total lo del banco sin un mal tiro / Mucho ‘visio’ / Trincar el pastón y pegarse el piro”, seguía el rey del ripio, que concluía la canción expresando su admiración por el personaje y sus hazañas: “La de noches que he dedicado yo a planear / Un golpe como el que diste tú con un par”. Si bien aún habría que esperar un poco para conocer con detalle las actividades ilegales de Conde, Dionisio Rodríguez Marín evidenció las suyas el 28 de julio de 1989, fecha en la que decidió robar un furgón blindado de Candi, la empresa en la que trabajaba. Ese día, como todos alrededor de las 19:30 horas, Dionisio y sus compañeros se disponían a recoger la penúltima recaudación de la jornada, concretamente la de la pastelería Mallorca de la calle Alberto Alcocer de Madrid. Aunque por su cargo le tocaba bajar del vehículo, Dionisio fingió un ataque de ciática y convenció a sus compañeros de que fueran ellos a por las sacas de dinero mientras él esperaba al volante del vehículo. Una vez solo, Dionisio les dio esquinazo.

Horas más tarde, el vehículo apareció no muy lejos de Alberto Alcocer, en las cercanías de la Avenida de Pío XII, detrás del centro comercial Jumbo, donde Dionisio había aparcado esa mañana su automóvil, un Audi 80. En el furgón, la policía encontró su chaqueta del uniforme, su pistola reglamentaria y una escopeta a la que había vaciado los cartuchos. De lo que no había rastro era de los 300 millones de pesetas que transportaba o, al menos, de buena parte de ellos. Sí que estaban, sin embargo, 20 millones que, según Dionisio, había dejado para pagar las nóminas de los trabajadores de varias empresas. La policía, sin embargo, informó de que la razón del abandono fue, sencillamente, la comodidad: los 20 millones estaban en monedas. Pesaban demasiado. Dionisio Rodríguez Marín había nacido en Madrid en 1949. Estuvo casado, tenía una hija, un nieto, se divorció y, hasta el día del robo del furgón, su vida podía calificarse de anodina hasta llegar a lo aburrido. Así la describieron algunos vecinos de la calle Sainz de Baranda y los camareros de El Paleto, conocido bar de la zona que Dionisio acostumbraba a frecuentar después de la jornada laboral. Según recogió el diario ABC, en opinión de estos allegados, Dionisio era tan normal, que “nunca hizo alarde de querer robar un furgón”. ‘El Dioni’ es un poeta al igual que Joaquín Sabina.

A finales de los ochenta se convirtió en el héroe de muchos españoles por robar un furgón blindado con 300 millones de la empresa para la que trabajaba, que poco antes lo había degradao. “Lo primero que hizo el Dioni al llegar a Río / Fue brindar con el espejo y decir ‘¡qué tío!’”, cantaba Joaquín Sabina en 1990. El tema, que se titulaba ‘Con un par’, estaba incluido en ‘Mentiras piadosas’, el séptimo trabajo de estudio del cantautor de Úbeda. “¡Ay, Dionisio! / Fue total lo del banco sin un mal tiro / Mucho ‘visio’ / Trincar el pastón y pegarse el piro”, seguía el rey del ripio, que concluía la canción expresando su admiración por el personaje y sus hazañas: “La de noches que he dedicado yo a planear / Un golpe como el que diste tú con un par”. A finales de los ochenta y principios de los noventa, la España del pelotazo, la de los toros en cámara súper-lenta de Canal+, la del crimen de Puerto Urraco, la de la cocaína y la de los preparativos de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo 92, tenía el corazón dividido. Mientras Sabina loaba la figura de Dionisio, otros admiraban a Mario Conde. La fiscalía pidió para Dioni una condena de seis años por robo y falsificación de pasaporte pero su abogado, Rodríguez Menéndez, consiguió enfocar el caso de otra manera y obtener una reducción considerable de la condena. Para el mediático letrado, la acción de su cliente no encajaba en el tipo penal de robo, sino en el de apropiación ilegal, a la que él añadía una eximente de trastorno mental debido a las presiones y el estrés a los que su cliente estaba sometido. El argumento convenció en parte al tribunal y, si bien no consiguió su absolución, Dioni fue sentenciado a tres años y cuatro meses de prisión menor por apropiación indebida. Apenas unos días después de dictada la sentencia, el 5 de junio del 91, obtuvo la libertad provisional por haber cumplido ya dos terceras partes de la pena. Ante los periodistas apostados en la puerta de Alcalá Meco, un Dioni radiante comentó: “Me han ofrecido trabajo de relaciones públicas en una empresa de seguridad”.

@SantiGurtubay

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