LA CAPILLA SIXTINA
TERESA GALARZA
Pongamos que es 2020 y qué pasaría si el cuadragésimo quinto presidente de la primera potencia mundial —en lo sucesivo P45— no apostara por renovar su mandato y es su hija, Afasianka, quien se presenta a las elecciones. Le ha acompañado todo este tiempo y, pese a que P45 ha preferido comunicarse con la gente directamente vía Twitter estos últimos tres años, Afasianka necesita estudiar los discursos que llevaron a su padre a lo más alto. P45 siempre supo cómo atraer multitudes con un discurso enérgico y provocativo, lo que desde el principio captó la atención de profesionales de la lingüística…
La sorpresa para Afasianka es que, según varios estudios, como por ejemplo el realizado por Elliot Schumacher y Maxine Eskenazi para el Instituto de Tecnología del Lenguaje de la Universidad Carnegie Mellon, P45 obtuvo unos resultados extraordinariamente bajos en su competencia lingüística. Según el análisis de un corpus con los discursos de los entonces candidatos presidenciales Marco Rubio, Ted Cruz, Hillary Clinton, Bernie Sanders y P45, la mayoría utilizó una gramática y vocabulario propios de niños y adolescentes. En los extremos P45, con una capacidad lingüística de un niño de entre once y trece años, y Bernie Sanders, que decidió expresarse como un joven adulto. A la vista está que esto no supuso un problema para P45, que admitió abiertamente que adoraba a la gente sin educación y a quien probablemente informaran en su día de los estudios que indicaban que sus votantes eran los que cometían más errores en el uso del lenguaje. Pero, a pesar de todo, fuimos testigos del mundo en el que P45 se convertía en presidente de los Estados Unidos y ahora es su hija quien se presenta a las elecciones. Si hace once o doce años, en aquel maravilloso momento en que Obama era el futuro, alguien nos hubiera dicho lo que iba a ocurrir en 2016, habríamos pensado que lo que nos estaba contando era el argumento de otra distopía. Pero, al contrario de lo que se suele pensar, la realidad siempre siempre supera a la ficción y siempre es posible ir a peor. Y mientras las protestas en los Estados Unidos no han cesado, también es interesante analizar las características del lenguaje que llevó a P45 a estar donde está.
No es ningún secreto que la repetición es un importante mecanismo lingüístico. Muchas personas lo utilizan de manera cotidiana con fines profesionales: maestros, instructores… La repetición sirve para realzar la importancia de lo que se dice, especialmente cuando se introducen nuevos términos, y para dar a entender más de lo que realmente se expresa, razón por la que tanto se ha utilizado con fines propagandísticos.Que el New York Times dedicara un artículo a las palabras que P45 repite constantemente ayuda a entender mejor la manera en que se dirige y manipula a su audiencia. Palabras como estúpido, yo, problemas, terrible y grande. Su insulto favorito es estúpido. A diferencia de presidentes como Obama, que rara vez han utilizado esta palabra, a P45 se la han llegado a contabilizar treinta veces en una semana para referirse a sus adversarios políticos. También ve problemas en todas partes, hasta ochenta y siete en la misma semana, lo que le ha parecido hasta veinte veces terrible. Por eso ha llegado él para hacer las cosas grandes otra vez, hasta ochenta y siete veces.
Son las palabras con connotaciones negativas las que P45 repite con más gusto en la mayoría de declaraciones públicas. El poder oscuro de las palabras es un rasgo que lo caracteriza y que utiliza para conectar con los miedos de los estadounidenses, que viven en un constante peligro: “Algo realmente peligroso está sucediendo”, “Algo malo está ocurriendo”, afirma despacio, en tono grave y con semblante serio. Entonces es cuando recupera la vitalidad y la violencia también aparece en su discurso, repitiendo hasta la saciedad palabras como matar, destruir, luchar, torturar y water-boarding.
La gramática es la herramienta que necesitamos para construir oraciones y transferir significados. Cuando la usamos correctamente, nuestros interlocutores nos entienden. Sin embargo, a P45 no siempre se le entiende —ni siquiera sus compatriotas tienen claro todo lo que dice— y pasar su discurso a otro idioma es muy revelador, puesto que ayuda a hacer más evidente lo incoherente que es su sintaxis. Por ejemplo, en el programa de Jimmy Kimmel, Jimmy Kimmel Live!, a la pregunta de si es antiamericano discriminar a la gente por su religión, P45 respondió así: “Pero Jimmy, el problema, quiero decir, mira, estoy en ello. Pero mira, tenemos a gente entrando en nuestro país que quieren causar un daño tremendo. Mira a los dos. Mira a París. Mira lo que ocurrió en París. Quiero decir. Esta gente. Ellos no vinieron de Suecia, ¿ok? Mira lo que ocurrió en París. Mira lo que ocurrió la semana pasada en California, con, sabes, catorce muertos. Otras personas van a morir, están malheridas. Tenemos un problema real”.
Tiene la costumbre de repetir las mismas oraciones una y otra vez, sin un orden y sin conectarlas, como si tuviera un mix de ideas en la cabeza que expresa sin lógica. Es un discurso que apela a las emociones, no al sentido común, por lo que prefiere usar la segunda persona. Y no acaba las oraciones —las termina bruscamente— o elimina partes de estas, posiblemente porque quiere avanzar al siguiente punto de su discurso, ya sea con la intención de destacar otra palabra o para evitar decir algo, o, simplemente, porque no sabe hacerlo mejor.
Después de escuchar un discurso de P45, con sus palabras y frases simples, inconexas y alejadas de cualquier complejidad lingüística, lo que queda son sensaciones, no argumentos. A diferencia de sus predecesores, la mayoría capaces de utilizar varios registros, el estilo de P45 siempre es el mismo —de encefalograma plano—. Es simplemente parte de su ethos no sonar presidencial, sino jactancioso, vengativo, intimidatorio y primitivo. Habla de “nosotros” y “vosotros” mientras critica con dureza a los “otros” o a “ellos”, que por lo general son gentes muy peligrosas como los inmigrantes ilegales, los sirios y los mexicanos, o sus adversarios políticos. Con ese “nosotros” contra “ellos” crea una dinámica amenazante, donde “ellos” son los malos y “nosotros” necesitamos un candidato que vea la amenaza y pueda destruirla. También apela a las masas y las hace sentir poderosas: “¡Tenemos que construir un muro en la frontera con México!”, y en este caso no utiliza “yo”, sino “nosotros”.
Usa la retórica para que la gente pierda la confianza en los hechos, datos, números y matices. Es más fácil decir “nadie sabe…” y ahorrarse los detalles, por más públicos que sean. Y todavía es más fácil inventarse datos, como que sus adversarios demócratas quieren permitir la entrada de doscientos cincuenta mil refugiados sirios en el país o que miles de musulmanes celebraron los ataques del 11S en Nueva Jersey. En el caso de que le corrijan, siempre puede decir que los hechos que presenta son alternativos, como hemos oído decir a su consejera Kellyanne Conway. Pero en general prefiere no aburrir a su audiencia con datos estadísticos ni profundizar en un determinado tema, posiblemente por desconocimiento —es el discurso del que quiere vender una moto de la que no conoce absolutamente nada—.
Es tal el desconcierto que causó que P45 llegara a la Casa Blanca que personalidades como el mexicano Peña Nieto o, en España, Manuela Carmena, entre muchos otros también presos del pánico, lo llegaron a comparar con los dirigentes totalitarios del siglo XX. Otras voces, como la de Rudolph Giuliani o Enric González, lo compararon con Andrew Jackson —séptimo presidente de los Estados Unidos—, posiblemente porque a P45 le falta altura intelectual, como le pasaba a Jackson, pero también porque es fácil adivinar que ya nadie va a continuar con modelos de gobierno como los de los dictadores del siglo XX —no parece que Kim Jong-un sea un ejemplo para nadie—. Y otros, como González Pons o los guionistas de ‘El Intermedio’, hicieron la analogía con Jesús Gil. Lo bien que habría conectado Gil con P45 y Jackson: todos líderes populistas de raigambre antiestablishment y discurso carente de una ideología correctamente articulada. En la línea de Viktor Orbán en Hungría, Nicolás Maduro en Venezuela y Vladimir Putin en Rusia, tienen como objetivo enriquecerse y para eso es necesario proteger a los culpables de la situación que los ha aupado al poder; perseguir a los inocentes no es más que un daño colateral, porque su estrategia no es la del terror —sus transiciones no son violentas—. Es 2020 y esto se va a repetir si los ciudadanos y los medios lo permitimos. Por eso hay que cambiar de actitud. Recordar que no actúa solo: responsabilizarlo no solo a él, sino a toda su administración, de las políticas llevadas a cabo. Entender cómo se elabora el discurso con el que manipula a la sociedad, dentro y fuera de su país. No ayudar a difundir noticias falsas. No difundir por difundir.
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