LA CAPILLA SIXTINA
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ
El gobernador Enrique Alfaro Ramírez asume que el crimen organizado y el narco mandan más que él y su fiscal Gerardo Octavio Solís
En busca de alguna argumentación medianamente esgrimible para retomar voz pública luego de lo sucedido durante tres días de protestas en Guadalajara, sobre todo ante la cuasipinochetista acción de elementos de la Fiscalía General de Jalisco contra decenas de jóvenes, el gobernador Enrique Alfaro Ramírez dijo a Televisa Guadalajara que gracias a la rápida actuación de esa misma fiscalía se había evitado el pasado viernes un nuevo Ayotzinapa. La peregrina formulación de Alfaro pretende adjudicar al crimen organizado una capacidad de mando que le rebasaría a él y al personaje que durante largos años y en administraciones de diversos partidos (PAN, PRI y, ahora, MC) ha ocupado cargos públicos relevantes, sobre todo en materia de procuración de justicia y mando sobre policías, el actual fiscal Gerardo Octavio Solís.
El caso Ayotzinapa, es decir, la desaparición de 43 normalistas en Iguala, Guerrero, se construyó desde el poder: el presidente municipal y sus policías, la acción abierta de grupos del crimen organizado que tenían controlado a los mandos políticos locales, la complicidad de fuerzas federales (civiles y militares) y la posterior protección y encubrimiento del máximo poder nacional (Enrique Peña Nieto, entonces habitante de Los Pinos, y su pinocho designado, Jesús Murillo Karam). Si en Guadalajara estuvo a punto de suceder otro Ayotzinapa, la responsabilidad estaría en el propio poder jalisciense, en los mandos políticos y operativos de los cuerpos policiacos agresores y secuestradores que habrían estado encaminados a asesinar y desaparecer a cuando menos una veintena de jóvenes que habían salido a protestar el pasado viernes por la detención, un día atrás, de otros jóvenes a su vez en protesta por la ejecución policiaca de Giovanni López, un albañil residente en Ixtlahuacán de los Membrillos.
Por otra parte, con esa mala tentativa de coartada, Alfaro acepta algo escalofriante: la operación virtualmente autónoma de policías estatales constitutivos de escuadrones de la muerte que son capaces de detener, golpear, secuestrar y amagar con terribles desenlaces a ciudadanos en general y, en particular, a jóvenes. Varios de los testimonios dados por personas detenidas y temporalmente desaparecidas entre el viernes y el sábado dijeron que los policías los amenazaron con matarlos, destazarlos y desaparecer sus restos o, abiertamente, entregarlos a grupos de narcotraficantes para que se encargaran de esas mismas tareas de exterminio.