“Notre Drame”, consigna solidaria de Libération, el periódico de Jean-Paul Sartre en ‘Ville Lumière’

EL BESTIARIO

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

Salvada del fuego en 1944 por  Charles de Gaulle y Dietrich Von Choltitz, ¿Arde París?, preguntaba Adolf  Hitler. Una desgracia incalculable, un titular memorable. Ese es el calificativo que merece la portada que publicó Libération tras el incendio que ha devastado la catedral de la Ciudad de las Luces, Notre Dame, uno de los templos más conocidos y visitados del mundo. Esa portada está siendo muy compartida en WhatsApp, Twitter, Facebook… La frase “Notre Drame” acompañaba a una fotografía del templo católico engullido por el fuego. Nuestro drama, el de Francia, el de Europa y el de los visitantes que se acercan cada año a Notre Dame -más de 15 millones- para disfrutar de su belleza y su riqueza cultural y artística. El titular internacionalista desplazaba a la imagen en Liberation pues todos los ciudadanos del mundo, católicos, musulmanes, ateos, agnósticos… se sintieron identificados con ese solidario, universal e histórico “Nuestro Drama”.

 

Libération (también conocido en Francia como Libé) es un diario editado en París y fundado en 1973 por el filósofo Jean-Paul Sartre -éste falleció un 15 de abril de 1980, en París- y los periodistas Benny Lévy y Serge July. Actualmente, su línea editorial es de centro izquierda y es uno de los principales diarios del país. El proyecto nació, bajo el impulso del ‘Mayo Francés’, con el nombre del periódico clandestino vinculado a la Resistencia Gala durante la Segunda Guerra Mundial, el ‘Libération’, que fue dirigido por Emmanuel d’Astier de la Vigerie. Por eso, Libé, nació con unas características insólitas dentro de la prensa europea. Las relaciones laborales dentro de su redacción no estaban jerarquizadas, todos los empleados (incluido el personal de los talleres) recibía el mismo salario y no se aceptaba publicidad en sus páginas. Con esa estructura y con la dirección moral de Sartre, Libération salió a la calle por primera vez el 3 de febrero de 1973. Su posicionamiento político era de izquierda, pero no estaba vinculado a ningún partido político, como sí ocurría con ‘L’Humanité’, por ejemplo, con el Partido Comunista. Sin embargo, Sartre abandonó la redacción del diario en mayo de 1974 y Libération inició un largo y por momentos traumático camino hacia la normalidad periodística…

¿Qué queda de Notre Dame tras el incendio? Las llamas lograron devorar esta joya del arte gótico, repleta a su vez de innumerables tesoros de los últimos siglos, cuyo valor es incalculable. Aun así, muchas obras pudieron salir intactas gracias a la acción de “una cadena humana”, en palabras de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, compuesta por los bomberos, los agentes de seguridad, el equipo del arzobispado y los técnicos del Ministerio de Cultura francés. La situación mejoró hacia la medianoche, cuando el fuego retrocedió y las bases del edificio dejaron de peligrar. Aun así, las autoridades alertan sobre la fragilidad del conjunto. “La estructura principal está salvada, pero la situación sigue siendo precaria”, advertía el ministro de Cultura, Franck Riester, a France Inter, recordando que “tres partes de la bóveda están agujereadas” y alertando sobre un posible efecto dominó. “La arquitectura gótica tiene tal precisión que, si una parte se hunde, puede perturbar el conjunto de la construcción”, previno el ministro, que también ha confirmado que las obras rescatadas serán trasladadas al Louvre. La corona de espinas y la túnica de San Luis, piezas clave del llamado tesoro de Notre Dame, fueron salvadas durante el incendio. La corona, conservada hasta la Revolución Francesa en la Sainte-Chapelle, edificio construido expresamente para albergarla, reposa en Notre Dame desde el año 1806. A finales del siglo XIX, ese valioso relicario, el más venerado por los católicos, fue colocado dentro de un tubo circular de oro y cristal, en el que permanece hoy. Otros relicarios de gran valor, como el fragmento de la Cruz del Calvario y uno de los clavos que sirvieron para fijar a Cristo, también escaparon a las llamas. El tesoro fue trasladado al Ayuntamiento de París, situado cerca de Notre Dame, y tendría que ser transportado al Museo del Louvre. Los llamados beffrois, las dos torres principales del edificio que albergan las campanas, fueron salvados, según el portavoz de los bomberos de París, Gabriel Plus, pese a que el fuego llegase a incendiar una parte de la torre norte. Mientras tanto, las 16 estatuas de cobre que fueron colocadas bajo la aguja en 1860, durante la ampliación de Notre Dame en el siglo XIX, escaparon a las llamas por milagro. Esas efigies, que representan a los doce apóstoles y a los cuatro evangelistas, habían sido desmontadas por las autoridades francesas el 11 de abril en el marco de la restauración en curso. Tenían que volver a su lugar en 2022. El altar también estaría a salvo, según una fotografía difundida en las redes sociales por el padre Pierre-Hervé Grosjean, de la diócesis de Versalles. La gran pieza de mármol y la cruz que lo presiden seguirían en su lugar. En cambio, el estado de la monumental Piedad colocada en el ábside, que esculpió Nicolas Coustou en el siglo XVIII, sigue siendo incierto…

¿Qué ha quedado destruido? La aguja de Viollet-le-Duc, que se alzaba a 93 metros del suelo, y el campanario situado en la parte posterior de la nave desaparecieron al comienzo del incendio, igual que el armazón del siglo XIII, conocido como “el bosque” por las toneladas de troncos de roble que sirvieron para construirlo. Uno de los órganos de Notre Dame, obra de Aristide Cavaillé-Coll, también estaría dañado. “Es demasiado pronto para hacer un diagnóstico total y un inventario del desastre, pero el órgano parece estar perjudicado”, confirmó este lunes el ministro de Cultura, Franck Riester. El instrumento, construido entre los siglos XV y XVIII, cuenta con un total de 8.000 tubos y una caja adornada con autómatas, y había sido restaurado en 2014. El fuego no pudo alcanzar los grandes cuadros de los siglos XVI y XVII, conocidos como Mays, que colgaban de las paredes de la nave, el coro y las capillas. Pero todos ellos sí quedaron dañados por el agua, según admitió Riester, que anunció una restauración inmediata. Sus grandes dimensiones impidieron que fueran descolgados a tiempo. Esas escenas religiosas, que recuerdan la vida de los apóstoles, fueron obsequios del gremio de orfebres parisinos entre 1630 y 1707. Llegaron a existir 66, de los que 13 seguían expuestos al público hasta ayer. Entre sus autores figuran pintores de renombre en la época, como Charles Le Brun y Jacques Blanchard. Mientras tanto, los tres grandes rosetones del siglo XIII permanecerían en su lugar, según el portavoz de la catedral, André Finot, pero algunas vidrieras del siglo XIX habrían sido víctimas del calor, que logró fundir el plomo que sostiene sus fragmentos de cristal.

En el Grupo EL BESTIARIO, Periodismo sin más, decidimos publicar una portada especial, en la misma tarde del lunes 15 de abril. “¿Arde París?, el general de Adolf Hitler, Von Choltitz, se negó quemar Notre Dame en 1944”. El titular iba acompañado con este texto… “Una novela histórica de Larry Collins y Dominique Lapierre publicada en 1964, ‘Arde París?’ describe los días de Agosto de 1944 y, muy detalladamente, las horas que precedieron a la Liberación de París por parte de las Fuerzas Aliadas, las Fuerzas Francesas Libres y los movimientos de Resistencia interior, adheridos estos últimos en su mayoría al Partido Comunista Francés durante la Segunda Guerra Mundial. La obra debe su título a la pregunta hecha por Hitler a sus generales reunidos en el Gran Cuartel General de Rastenburg, Prusia Oriental, el día 25 de Agosto de 1944, momento en el que este se negaba de manera obstinada a perder París luego de cuatro años de ocupación. Esta obra se caracteriza por mostrar desde diferentes puntos de vista el conflicto: el de los habitantes de París, los soldados de Leclerc, el de Eisenhower, el de Hitler y de manera particular el del general von Choltitz. El gobernador alemán de París se negó a obedecer la orden del ‘führer’ de destruir la ciudad. Esta actitud es reconocida actualmente por los parisinos. En el autobús turístico que recorre la Ciudad de las Luces, se recalca que sus monumentos siguen ahí gracias a Von Choltitz”.

La liberación de París en agosto de 1944 es la imagen por excelencia de la victoria de las tropas aliadas comandadas por Charles de Gaulle y el general Leclerc, pero también es la historia de cómo las organizaciones de la resistencia y el pueblo parisino fueron claves para salvar la ciudad del nazismo. 75 años después, la memoria colectiva ha dado una preeminencia especial a este acontecimiento que fue clave para redimirse del trauma de Vichy. 26 de agosto de 1944. Escoltado por el himno de la Marsellesa, el general Charles De Gaulle desfila triunfante por los Campos Elíseos. Lo acompañan la segunda División Blindada del ejército francés y el Consejo Nacional de la Resistencia. A su alrededor, un mar de ciudadanos y ciudadanas dispuestos a celebrar el fin de la ocupación. Después de cuatro años bajo el dominio nazi y cinco años de conflicto, París vuelve a ser libre. La liberación de París, sin embargo, comienza a gestarse una semana antes. El 13 de agosto los alemanes desarman la policía francesa, que se encuentra bajo su control desde el armisticio de junio de 1940. Este será el pretexto oficial para que el cuerpo convoque una huelga el 15 de agosto, que se suma a la que ya habían iniciado los ferroviarios. Para Jean-Marc Berlière, historiador especialista de la policía francesa, la movilización tiene, sobre todo, una función catártica tras los años de sometimiento a las órdenes de Vichy y de Alemania. “Se trata de una oportunidad para escapar de la dominación de los alemanes. Por un lado, representa una venganza y, por otro, el hecho de pasar al lado del gobierno provisional de la República significa un reconocimiento a este nuevo poder”, argumenta.

Dos meses después del desembarco, los alemanes han perdido definitivamente la batalla de Normandía y París siente cerca la liberación. Nadie sabe si será cuestión de días o semanas y la resistencia tiene prisa. Ha llegado la hora de perseguir al invasor, ha llegado la hora de proclamar una vez más la República a l’Hôtel de Ville. Los ferroviarios, la policía y los trabajadores de todas las corporaciones han desencadenado la huelga general patriótica. ¡A las armas, ciudadanos! El 19 de agosto las calles de París se despiertan con carteles llamando a la insurrección. Su artífice había sido Henri Rol-Tanguy, líder de la organización comunista de la resistencia Francotiradores y Partisanos. A pesar de sus rivalidades, sus miembros se habían integrado dentro de las Fuerzas Francesas del Interior, de tradición gaullista, para luchar contra el enemigo común. El pueblo de París comprometido con la resistencia no se hace esperar. “Los alemanes se repliegan en los denominados puntos de apoyo, como el Palacio de Luxemburgo, la Cámara de los Diputados o el Grand Palais. Por su parte, los resistentes, bajo las órdenes de Rol Tanguy, ocupan los edificios públicos que los alemanes han dejado libres…”.

Al mismo tiempo, las barricadas cubren poco a poco partes de la ciudad con el objetivo de obstruir los movimientos de los soldados hitlerianos y capturar el máximo número de prisioneros. Sin embargo, París no es un objetivo militar, ni para un bando ni para el otro. La estrategia de los aliados consiste en un primer momento en rodear París y esperar que la ciudad caiga por su propio pie. Sin embargo, la insurrección popular precipita los acontecimientos. “El general Eisenhower dice modestamente: ‘Los resistentes me han obligado a actuar’. Es el pueblo parisino quien se moviliza, ante todo. De Gaulle y Leclerc solo son sus intérpretes”. “París se ha sublevado, París tiene la situación por la mano, París ha puesto los alemanes en dificultades, pero París no tiene armas ni municiones”, remarca el historiador. Ante la reticencia estadounidense, el general Leclerc, comandante de la Segunda División Blindada del ejército francés, ordena finalmente entrar a París.

 

Hitler no quiere renunciar al valor simbólico de París y ordena su destrucción, pero su gobernador Dietrich Von Choltitz le desobedece

Por otra parte, el nerviosismo y las dudas acechan los cuarteles alemanes. La mayoría del ejército se encuentra replegada en el norte y el este de Francia y los 20.000 soldados que quedan en la capital son principalmente veteranos con funciones administrativas. Hitler, sin embargo, no quiere renunciar al valor simbólico de París y ordena su destrucción. Un mandato que el general Dietrich Von Choltitz desobedece. Primero por razones militares y segundo, así lo ha querido el mito, por una sensibilidad ante la belleza de la ciudad de la luz. Con estas palabras, Von Choltitz, se hubiera dirigido a uno de sus superiores: “Lo poco que queda del glorioso ejército alemán ha iniciado la retirada y dudo que los soldados acepten reforzar nuestras tropas. Amigo mío, salga conmigo al balcón, ¿le parece que podemos escoger entre destruir y preservar esta ciudad?”. Aunque la dinamita ya se había instalado en los puentes de París para cortar las infraestructuras, la ciudad finalmente no ardió. Mientras tanto, los aliados, guiados por la resistencia, toman carreteras secundarias para llegar a la capital. En cabeza, el comandante Raymond Dronne dirige la novena compañía de la Segunda División Blindada, conocida como la Nueve, formada casi íntegramente por republicanos y brigadistas españoles que confiaban en vano que a la derrota de Hitler la seguiría eventualmente la caída de Franco. “Algunos parisinos, especialmente los que viven en el distrito 14, entre la puerta de Orleans y el barrio Latino, tienen la impresión de haber sido liberados por una armada española”.

La Nueve llega a París el 24 de agosto por la noche y se instala en el ayuntamiento, el Hôtel de Ville, convertido en el centro de operaciones de los aliados. La mañana siguiente llegan dos unidades más de la Segunda División Blindada y de la cuarta división de la infantería estadounidense, que prácticamente no encuentran resistencia. En todas las iglesias de París, las campanas tocan por la liberación. Con la entrada de los aliados, se reanudan los enfrentamientos. La tregua, mediada por el cónsul sueco Raoul Nordling, había terminado oficialmente el día anterior. Un tiroteo en la plaza de la Concordia deja en cuestión de segundos un balance de 1.500 muertos. Sin embargo, los historiadores insisten en relativizar la importancia y el alcance del levantamiento parisino. “En la liberación hay una parte importante de mito. Simbólicamente es muy potente: una parte del pueblo en armas, las barricadas… todo esto recuerda al siglo XIX, a los tiempos de la Comuna… Sin embargo, la insurrección no afecta ni a toda la ciudad ni a toda la población”, alerta Berlière. “Hay lugares donde hay duros enfrentamientos, como la Cámara de los Diputados, el Ministerio de la Marina, la plaza de la Concordia, el Sena, el Palacio de Luxemburgo, la plaza de la República… Pero, si uno lo compara con la insurrección de Varsovia, donde los alemanes destruyeron el 90 por ciento del territorio, no tiene nada que ver”, subraya.

 

La memoria colectiva de Francia antepuso la leyenda heroica de la liberación a la vergüenza del régimen de Vichy, con Philippe Pétain

Asimismo, los aliados capturan el general Von Choltitz, resguardado en el Hôtel Meurice de la calle Rivoli, y lo llevan a la Estación de Montparnasse, donde es obligado a firmar la rendición ante Rol Tanguy. “Von Choltitz capitula, pero solo puede hacerlo respecto a las tropas que comanda. Por eso, los combates continúan, puesto que el resto de soldados hitlerianos no están obligadas a obedecer la rendición”. Vencidas las tropas alemanas, De Gaulle se dirige primero a la prefectura de París, para felicitar a la policía, y luego al Hôtel de Ville, donde pronuncia un discurso, con su elocuencia y solemnidad habituales, delante de los insurrectos: “¡París! ¡París ultrajado! ¡París martirizado! ¡Pero París liberado! Liberado por sí mismo, por su pueblo, con la participación de las tropas de Francia, con el apoyo y la participación de toda Francia, de la Francia combativa, de la única Francia, de la Francia auténtica, de la Francia eterna”. El día siguiente, el fundador de la quinta República ensancharía aún más su prestigio como salvador del honor de Francia en el desfile desde los Campos Elíseos hasta la Catedral de Notre-Dame. Una imagen reforzada por la ficción y que ha eclipsado el papel de la ciudadanía. En la literatura, y sobre todo en el cine, con las dos grandes películas, la de René Clément en 1966, ‘Paris brûle-t-il?’ y la de Volker Schlöndorff en 2014, ‘Diplomatie’, uno tiene la impresión de que París es liberado por algunos grandes hombres. Esto tiene tendencia a eliminar el rol del pueblo, el rol de los resistentes. A este hecho se le suma el papel que desempeña el relato que cada pueblo hace de su propia historia. “El territorio de la memoria ha sido ocupado por placas encargadas de recordar el heroísmo de los parisinos, de los resistentes, de los policías… Hay toda una construcción voluntaria en este sentido”.

Sigmund Freud definió precisamente la memoria como la organización del olvido. Después de 1944, Francia sentía tal necesidad de recuperar su dignidad que la memoria colectiva antepuso la leyenda heroica de la liberación a la vergüenza de la ocupación y el régimen de Vichy. Una liberación orquestada conjuntamente por las tropas aliadas, las organizaciones de la resistencia y el pueblo parisino. En realidad, los historiadores coinciden en que tuvo una importancia estratégica más bien pequeña, aunque una enorme relevancia en el terreno simbólico. La victoria local de París llevaría, menos de un año después, a la capitulación global del nazismo y al fin de la guerra. Philippe Pétain fue un general y jefe de estado francés. Participó en la Primera Guerra Mundial, actuación que le valió el ser conocido como ‘El vencedor de Verdún’ (en francés: vainqueur de la bataille de Verdun), llegando a jefe del Estado Mayor y adquiriendo un gran prestigio de cara a la sociedad francesa. Fue también ministro de Guerra en 1934, embajador en España en 1939, primer ministro en 1940 y, después, jefe de Estado del régimen de Vichy, en la Francia ocupada por la Alemania nazi. Mantuvo una política colaboracionista con los nazis, lo que al término de la guerra le acarreó la degradación y la condena a muerte, que más tarde fue conmutada por la cadena perpetua.

 

El führer mandó minar Louvre, Eiffel, Campos Elíseos, Trocadero, Los Inválidos, y la catedral de Notre Dame, “¿Arde París Von Choltitz?”

“¿Arde París?”, preguntaba histéricamente Hitler por teléfono en agosto de 1944 al general Von Choltitz, gobernador alemán de la capital francesa, quien se negó -jugándose el cuello, pues bueno era Hitler si le desobedecías- a cumplir la orden de destruir la ciudad, cuyos principales monumentos habían sido minados: Museo de Louvre, Torre Eiffel, Campos Elíseos, Trocadero, Los Inválidos… y como no, Notre Dame. Dominique Lapierre y Larry Collins convirtieron la frase en título de uno de sus libros más famosos. Hitler bailaría hoy de alegría, como lo hizo al conquistar Francia, ante las imágenes, por fin, tantos años después, de París, de su corazón que es Notre Dame, ardiendo como una tea. El sueño de venganza del líder nazi hecho realidad en una tarde aterradora. Y en estos tiempos de resurgir de los fascismos y populismos nacionalistas. “Muchos hemos pensado con un estremecimiento en que hoy sí que arde París, culminando con iconografía digna del 11-S una ya larga serie de desgracias en la capital francesa…”, escribía Jacinto Antón. Licenciado en Periodismo y también en Interpretación por el Instituto del Teatro de Barcelona, trabajó un tiempo en el Teatre Lliure como ayudante de dirección de Lluís Pasqual. Lleva más de 20 años en la sección de Cultura del diario El País.

La terrible estampa de Notre Dame en llamas nos remite a la de sus hermanas catedrales que, menos afortunadas entonces, hace más de 70 años, ardieron por toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial, como la de Coventry (San Miguel), de los siglos XIV-XV, destruida por un salvaje ataque de la Luftwaffe el 14 de noviembre de 1940 durante la Batalla de Inglaterra y de la que se decidió conservar las ruinas (se ha construido una catedral moderna en las cercanías), la de la santísima Trinidad de Dresde (ciudad considerada la Florencia del barroco, lo que no la salvó), arrasada hasta los cimientos en el infierno desatado por los bombarderos aliados en 1945 (hoy reconstruida), la de Colonia, que sufrió graves destrozos aunque no se derrumbó, la de Varsovia, la de Róterdam…, o la tan emblemática de San Pablo, en Londres, con la cúpula perforada por una bomba, pero enarboladas sus heridas como símbolo de resistencia de los londinenses. Sin olvidar a las víctimas de la primera contienda, donde ya empezó el vía crucis catedralicio, con la también tan simbólica catedral de Reims a la cabeza, calificada de “mártir” tras ser bombardeada premeditadamente por los alemanes. En el caso de esa catedral (que volvió a ser tocada en la Segunda Guerra Mundial), hay algún paralelismo -bombas aparte- con lo que ha pasado en Notre Dame: un andamio dejado en la torre norte se incendió, lo que permitió que las llamas del bombardeo se propagasen por todo el armazón. Se fundió todo el plomo de la techumbre y se vertió por las gárgolas en una imagen verdaderamente infernal. Los vecinos recogieron piadosa y patrióticamente el plomo, que pudo volver a ser utilizado en la reconstrucción del monumento. Las catedrales en llamas en Europa no son, desgraciadamente, como se ve, una novedad y, aunque hoy nos abismemos en la visión de Notre Dame hecha una pira, han sido un paisaje habitual en la historia contemporánea.

 

Una obra de dos siglos, Notre Dame es mucho más que los turistas que recibe anualmente o la admiración que despierta: es Europa entera

“Mientras escribo se quema Notre Dame de París, la Catedral por excelencia. Una vez más la Historia reducida a cenizas. Las televisiones están hablando de los turistas que recibe anualmente -cifras vertiginosas-, de la admiración que despierta, del icono de París, pero Notre Dame es mucho más que eso: es Europa entera….”.  Coincido con Jaime Nuño González, historiador y director del Centro de Estudios del Románico de la Fundación Santa María la Real de España. Empezada a construir en 1163, cuando la plena Edad Media estaba configurando el concepto de lo europeo, oficialmente se supone que se terminó de construir a mediados del XIV, doscientos años de intensos trabajos que dieron lugar a uno de los edificios más hermosos del mundo. Pero Notre Dame no se quedó ahí: fue una compleja obra de ingeniería que posibilitó la increíble estilización de la arquitectura, fue alarde de maestros vidrieros que, especialmente a través de sus grandes rosetones, los más grandes que se conocen, supieron trasladar la imaginada luz celestial a la tierra, fue espacio para el rezo personal y para la glorificación de Dios y de algunos hombres, como Napoleón Bonaparte, que fue coronado aquí emperador en 1804. Notre Dame ha sido también escenario de las convulsiones de Europa y de la evolución de las sociedades. Sobre ella se cebaron los revolucionarios franceses que, queriendo borrar un pasado feudal, destruyeron buena parte de sus esculturas, pero fue también la joya que, a mediados del XIX, quiso proyectar la historia y la imagen poderosa de una gran Francia que se miraba en su pasado. Fue entonces cuando el prestigioso arquitecto Viollet-le-Duc asumió la restauración -hay quien dice que excesiva- del conjunto, desarrollando una tarea tan cuidadosa y hábil que creó escuela en todo el mundo.

Viollet, gran conocedor de la Edad Media, reconstruyó la escultura perdida, añadiendo nuevos grupos que en el fondo son un guiño a su tiempo y, por tanto, parte también esencial de la larga historia de la catedral. En la flecha del crucero, donde se ha iniciado el incendio, este sabio arquitecto colocó estatuas de los 12 apóstoles, todos mirando hacia la ciudad, salvo uno, Tomás, patrón del gremio de la arquitectura, que en realidad es un retrato de Viollet y que ajeno a las cosas del mundo, mira hacia arriba, observando su obra. Notre Dame se reconstruirá, no cabe duda, y comenzará una vez más otra etapa de su historia, pero la vieja, la de tantos siglos, será cenizas, como los huesos de todos sus creadores. En un país tan propicio a los símbolos como Francia, Notre Dame de París es una iglesia aparte, no comparable al resto de las 150 catedrales que existen en su territorio. No solo por estar situada en la capital, sino también por ser un templo del arte gótico que atesora obras de un valor incalculable. “Antes de convertirse en símbolo nacional, Notre Dame es una proeza arquitectónica”, señala Nathalie Le Luel, catedrática de Historia del Arte en la Universidad Católica de Angers. “Notre Dame marca el inicio del arte gótico en Île de France, la región de París, y tiene particularidades como sus ventanales inmensos, su sistema de arbotantes y sus rosetones”, añade Le Luel, especialista en el periodo medieval. El rosetón sur, dedicado al Nuevo Testamento y construido en 1260 por Pierre de Montreuil y Jan de Chelles, es considerado una de las mayores obras maestras del cristianismo.

 

Su historia empieza en 1160, cuando Maurice de Sully, nombrado arzobispo de París, decide dotar a la ciudad de una catedral digna de ese nombre. Su construcción empezó tres años después y tardó casi dos siglos en ser terminada (u ocho, según dónde termine el recuento). El templo sorprendió por su espectacular fachada, que contrastaba con los diseños simples de sus bóvedas y tracerías, propias de esta etapa temprana del gótico, y por su planta cruciforme de cinco naves y doble deambulatorio. En 1844, se inició una restauración y ampliación que duró dos décadas, conducida por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, que añadió la aguja de 93 metros que ahora se vino abajo. Además, junto con Jean-Baptiste Lassus restauró los 28 reyes de Judea que gobernaron antes de Cristo, decapitados durante la Revolución Francesa. También se añadieron entonces las famosas gárgolas que se convirtieron en símbolos distintivos de la catedral. “Es un gran ejemplo de gótico, pero también un gran monumento del siglo XIX. Fue en ese momento cuando Notre Dame se convirtió en símbolo, cuando la Revolución Francesa impuso la noción de ‘roman national’ -relato nacional- y Victor Hugo publicó Nuestra Señora de París”, señala Le Luel.

Son muchas las joyas que amenazadas en el incendio que se inició la tarde este lunes por las llamas, aunque “las obras más valiosas han sido protegidas”, dijo el general Gallet, comandante del cuerpo de bomberos de París, según la agencia France Presse. El rector de la catedral, Patrick Chauvet, aseguró que se ha salvado al menos una de las tres reliquias de Cristo que albergaba el templo: la corona de espinas; las otras dos son un fragmento de la Cruz del Calvario y uno de los clavos que lo fijaron en ella. Durante la Revolución Francesa esas reliquias fueron trasladadas a la Biblioteca Nacional, pero regresaron a Notre Dame en 1801, cuando el arzobispado de París recuperó su control. “Ese relicario es muy importante para los católicos, pero también para los historiadores, ya que marca el vínculo de la realeza francesa con el cristianismo”, señala Le Luel. El rector de la catedral añadió que también se ha rescatado la conocida como túnica de San Luis. Pero Notre Dame alberga asimismo otras obras de difícil traslado, como la monumental Piedad que preside el ábside, esculpida por Nicolas Coustou en el siglo XVIII, o las efigies de los reyes Luis XIII y Luis XIV, obra de Coysevox, donde los monarcas aparecen genuflexos y rodeados de ángeles. El órgano de la catedral, obra de Aristide Cavaillé-Coll, cuenta con unos 8.000 tubos y una caja adornada con autómatas. De las paredes de la catedral también cuelgan distintas pinturas de temática religiosa, los llamados Mays, encargados entre 1630 y 1707 por los orfebres de París, que hicieron una donación anual a este templo. En su día hubo un total de 66 cuadros, de los que hoy se exponen una docena. Entre sus autores figuran pintores de renombre en la época, como Charles Le Brun o Jacques Blanchard. En la catedral destacan también una treintena de representaciones escultóricas de la virgen y un mausoleo para un militar firmado por Jean-Baptiste Pigalle, que da nombre al conocido barrio parisino.

 

Se disparan las ventas de ‘El jorobado de Notre Dame’, de Victor Hugo, describía en 1831 “una gran llama revuelta y furiosa” en la catedral

La novela de Victor Hugo ‘Nuestra señora de París’ se ha colocado como número uno de ventas este martes en la plataforma de Amazon Francia, al día siguiente del incendio que devastó parcialmente la catedral de París. Dos tercios de la techumbre de la majestuosa catedral gótica y su icónica aguja desaparecieron debido al incendio que ardió durante más de 12 horas, dejando a Francia, a Europa y al mundo, en un estado de conmoción nacional. Escrita en 1831, la novela de Victor Hugo, adaptada al cine en varias ocasiones y conocida también como ‘El jorobado de Notre Dame’, se desarrolla en 1482, bajo el reinado de Luis XI. Un pasaje del libro recuerda lo sucedido en las últimas horas: “Todas las miradas se dirigían a la parte superior de la catedral y era algo extraordinario lo que estaban viendo: en la parte más elevada de la última galería, por encima del rosetón central, había una gran llama que subía entre los campanarios con turbillones de chispas, una gran llama revuelta y furiosa”. Tras los atentados en París del 13 de noviembre de 2015, los franceses se habían precipitado a las librerías a comprar ‘París era una fiesta’, de Ernest Hemingway. A la vez, las filtraciones de Edward Snowden sobre la vigilancia y el control de las comunicaciones del Gobierno de Estados Unidos dispararon las ventas de la novela distópica ‘1984’, de George Orwell.

Alrededor de los personajes del ‘monstruo’ Quasimodo y de la gitana Esmeralda, Víctor Hugo hizo de la catedral la verdadera heroína de ‘Nuestra señora de París’, con el objetivo de llamar la atención sobre el estado de decrepitud del monumento. El éxito de la obra provocó un movimiento de opinión ciudadano que fue capaz de empujar a las autoridades a rehabilitar Notre Dame. Quasimodo era un niño jorobado y de rostro contrahecho que fue abandonado poco después de nacer cerca de la catedral de Nuestra Señora de París, y habitaba en Notre Dame, tocando las campanas. Supuestamente era hijo de una gitana. Sólo podía utilizar un ojo, ya que el otro lo tenía casi bloqueado por la deformidad de su rostro, y quedó casi sordo por el tañer de las campanas de la catedral, de las cuales él se encargaba y las cuales significaban todo para él, antes de conocer a la joven gitana Esmeralda, de quien se enamora por ser ella la primera que le mostró bondad. Quasimodo era odiado por el pueblo de París por causa de su deformidad, por lo cual posee un carácter tímido y retraído. Sin embargo, posee una gran valentía, astucia y un corazón noble. Antes de Esmeralda, la única persona importante para él era el archidiácono Claude Frollo, quien lo adoptó cuando fue abandonado en la catedral entre los niños expósitos.

 

En agosto de 2010 se probó que Quasimodo podría haber sido inspirado en un tallador en piedra jorobado que trabajaba en la restauración

Durante el desarrollo de la novela, cuenta con unos diecisiete años. Victor Hugo lo describe físicamente como un joven de gran tamaño y fuerza y una gran agilidad a pesar de sus defectos físicos, la cual podría ser el producto del ejercicio que realiza constantemente trepando por las torres de Notre Dame y los techos de los alrededores, si bien no sale mucho de la catedral. Su cabello es muy rojizo y, si bien no se lo aclara en el libro, se ha interpretado que sus ojos podían ser azules. Por esto se cree que tal vez no era hijo de una gitana, sino que había sido raptado por una o, quizás, dejado a su cuidadoEl final de Quasimodo es sumamente dramático: cuando ve, desde lo alto de Notre Dame, que Esmeralda es ejecutada y él no podrá llegar a tiempo para salvarla, su alma se entristece y decide morir junto a ella después de asesinar al cruel archidiácono que la entregó. Una de las características más importantes sobre él es el cariño que siente por la catedral de Notre Dame de París, en donde vive. Victor Hugo describe esta relación como si el campanero y la catedral fueran una sola alma unificada. Es allí en donde Quasimodo tiene su refugio del mundo que lo repudia injustamente. Es sin duda uno de los personajes más importantes de la literatura francesa (y la historia de la literatura en general). Su historia ha llamado la atención de diversos directores que han adaptado ‘Nuestra Señora de París’ al cine, siendo interpretado por actores de la talla de Lon Chaney (en 1923), Charles Laughton (en 1939), Anthony Quinn (en 1956) o Anthony Hopkins (en la versión para televisión de 1982). Incluso Disney hizo en los años noventa su propia versión de la historia, llamada ‘El jorobado de Notre Dame’, en donde se resalta el lado sensible y el buen corazón del personaje. Esta película infantil revela la pureza en el alma de Quasimodo, adornando al personaje con buenas actitudes, además de modificar el final de la obra, encontrándose Quasimodo y Esmeralda vivos.

En agosto de 2010, un archivero de la Tate Gallery, Adrian Glew, encontró pruebas de que Quasimodo podría haber sido inspirado en un tallador en piedra jorobado que trabajaba en las obras de restauración de la catedral de Notre Dame en la década de 1820. La evidencia se encontraba en las memorias de Henry Sibson, un escultor británico que trabajaba en las obras al mismo tiempo que Victor Hugo escribía la novela. Sibson describe al tallador: “Era un tallador del escultor del gobierno, cuyo nombre he olvidado, ya que no tenía interacción con él, todo lo que sé es que era jorobado y no le gustaba mezclarse con los otros talladores”. Debido a que Victor Hugo tenía estrechos vínculos con la restauración de la catedral, es probable que conociera a este tallador jorobado apodado Le Bossu (el jorobado, en francés) a quien supervisaba Monsieur Trajin. Adrian Glew también descubrió que tanto el tallador como Victor Hugo vivían en Saint-Germain-des-Pres en 1833, y que en los primeros borradores de ‘Los Miserables’, Hugo llamaba al personaje principal ‘Jean Trajin’ (el mismo apellido que el del supervisor del tallador jorobado de nombre desconocido) para más tarde cambiarlo por ‘Jean Valjean’.

 

La catedral donde se cruzan todos los caminos  se salvó de la Comuna de París de 1871 tras sobrevivir a la Revolución Francesa un siglo antes

Durante la Comuna de París, en 1871, cuando los revolucionarios se supieron derrotados se dedicaron a quemar todos los edificios públicos que encontraron a su paso, con especial preferencia por las iglesias. Sin embargo, Notre Dame, la catedral que ocupa el centro geográfico de la capital francesa, se salvó de la furia popular (se quemaron unos pocos bancos y el fuego se extinguió sin mayores daños), al igual que había conseguido sobrevivir a la iconoclastia de la Revolución Francesa un siglo antes. Este edificio, que comenzó a construirse en el siglo XII, en pleno apogeo del gótico, y se acabó en el XIX, es uno de los símbolos más poderosos de Francia, pero también de Europa. Su fachada con sus dos torres gemelas, la aguja que se quemó y sus gárgolas o sus pórticos la convirtieron con el paso de los siglos en mucho más que un monumento de piedra y madera: Notre Dame es una construcción tan imaginaria como real. Por eso el incendio ha provocado una conmoción colectiva: todos los caminos de Francia se cruzan bajo sus arcos, todos los recuerdos, los sueños y las fracturas de una nación.

No es una casualidad que el aspecto actual del monumento se forjase durante el siglo XIX, durante la gran reforma de Viollet-le-Duc, en su momento muy controvertida pero que ahora, como la Torre Eiffel,  le dio el aspecto que forma parte del paisaje de París. Fue el siglo en el que se crearon los mitos colectivos sobre los que han crecido las naciones europeas y el neogótico formó parte de ellos. También en ese mismo siglo Victor Hugo escribió la novela que marcaría la catedral para siempre: ‘Nuestra Señora de París’ (conocida como ‘El jorobado de Notre Dame’ en sus múltiples versiones de Hollywood), la historia de Quasimodo y Esmeralda, que reconstruía con muchas libertades el París del siglo XV. De nuevo, el espacio imaginario resulta mucho más importante que el real. Al contemplar las gárgolas, muchas de ellas también construidas en aquella época, es imposible no pensar en los personajes de Hugo. “Es un símbolo de París, es mucho más que una catedral”, explica el catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Barcelona, José Enrique Ruiz-Domènech, uno de los grandes medievalistas europeos. Ruiz-Domènech, que ha sido muchos años profesor en París, tampoco piensa que pueda ser real. “El gótico es el único arte que logró ocupar todo el espacio europeo. Es un emblema de la construcción europea, de la razón”, señala el autor de ‘Europa. Las claves de su historia’.

 

Fue el lugar escogido para celebrar una misa por  la liberación de París, el 26 de agosto de 1944, momento crucial de la historia contemporánea

La Iglesia tuvo un papel esencial en la historia de la música, por su papel en la implantación de la polifonía, allí se coronó Napoleón I y se celebraron los funerales de Estado de presidentes como De Gaulle, Pompidou o Mitterrand y de las víctimas de los atentados del 13 de noviembre de 2015. Fue el lugar escogido para celebrar una misa con motivo de la liberación de París, el 26 de agosto de 1944, tal vez el momento más importante de la historia contemporánea de Francia. Es, naturalmente, Patrimonio Mundial de la Unesco. París nació en una isla, cuyo centro ocupa Notre Dame, y creció desde allí. No importa lo que haya crecido la ciudad: nunca ha cedido su papel central, y no solo para los visitantes. Resulta imposible contar el número de películas en las que aparece, tantas que es casi un tópico. Ha logrado resistir a la Comuna, a las películas de Disney, al kitsch decimonónico, a las visitas de cerca de millones de turistas, y resistirá a los estragos del incendio que la devoró una tarde de Pascua ante el espanto y la incredulidad de todos aquellos que alguna vez se pasearon por su explanada y bajo sus bóvedas.

En otro 15 de abril pero de 1912 naufraga el ‘Titanic’, el mayor transatlántico del mundo, al chocar con un iceberg frente a Terranova y mueren mil 513 personas. En 1452, nace Leonardo da Vinci, artista e ingeniero renacentista italiano. Muere Abraham Lincoln, presidente estadounidense, en 1865. En la Península de Yucatán, en 1957, fallece Pedro Infante Cruz. Nacido en Mazatlán, Sinaloa, un 18 de noviembre de 1917,​ más conocido como Pedro Infante, fue un cantante y actor mexicano, el máximo ícono de la Época de Oro del Cine Mexicano, así como uno de los grandes representantes de la música ranchera. A partir de 1939 apareció en más de 60 películas, y desde 1943 grabó aproximadamente 310 canciones. Por su actuación en la película ‘Tizoc’ (1956), fue acreedor al Oso de Plata​ del Festival Internacional de Cine de Berlín al mejor actor principal, y al premio Globo de Oro4 a la mejor película extranjera, otorgado por la prensa extranjera acreditada en Hollywood. Murió a los 39 años cuando el avión que piloteaba se cayó en pleno centro de la ciudad de Mérida durante su despegue. En 1980 deja de existir Jean-Paul Sartre, escritor y filósofo francés. Mueren 95 personas en el estadio británico de Sheffield, tras la irrupción de dos mil hinchas a los seis minutos del partido Liverpool-Nottingham, en la semifinal de la Copa inglesa, en 1989.

 

Las donaciones privadas de Louis Vuittton  Moët Hennessy, L’Óreal, Saint Laurent, Gucci… ascienden ya a más de 700 millones de euros

No será la falta de fondos lo que impida la reconstrucción de la catedral Notre Dame de París. Pocas horas después de que los bomberos declararan controlado, el incendio que ha devastado -pero no destruido completamente, como se temió en un principio- buena parte del emblemático templo gótico de la capital francesa, los planes para su recuperación y, sobre todo, los necesarios fondos para ello, empezaron a llegar de todas partes. Notre Dame, nuestra señora, se ha convertido en más de todos que nunca. Apenas había terminado el presidente francés, Emmanuel Macron, de prometer ante la todavía humeante catedral que se reconstruirá el monumento cuanto antes, cuando las primeras donaciones se daban a conocer. Entre las más generosas, las de algunas de las familias más poderosas de Francia y la de una de las principales petroleras del país galo. El grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), del empresario Bernard Arnault, ha anunciado la donación de 200 millones para “la reconstrucción de esta extraordinaria catedral, símbolo de Francia, de su patrimonio y de su unidad”, dijo el grupo en un comunicado, en el que además puso a disposición de las autoridades todos sus equipos «creativos, arquitectónicos, financieros para ayudar al largo trabajo de reconstrucción de una parte, y de la colecta de fondos de la otra, que se anuncia”.

El grupo cosmético L’Oréal y los Bettencourt han informado de que van a entregar un total de 200 millones de euros para la recuperación de la catedral parisina, de los cuales 100 procederán de la fundación constituida por esta familia en 1987. El magnate François-Henri Pinault, uno de los grandes mecenas del arte francés, y su padre, François, donarán 100 millones para las obras en la catedral, según anunció el empresario, que preside el conglomerado de empresas Artemis y el grupo Kering, dueño de marcas de lujo como Saint Laurent, Gucci o Alexander McQueen. “Esta tragedia afecta a todos los franceses y va mucho más allá de quienes se sienten ligados a ella por valores espirituales. Ante tal drama, cada uno desea dar un nuevo impulso lo más rápido posible a esta joya de nuestro patrimonio”, ha dicho Pinault.  A estos donantes se ha sumado también compañías como la petrolera francesa Total. El consejero delegado de la compañía, Patrick Pouyanné, ha publicado un mensaje en Twitter en el que promete 100 millones de euros para la reconstrucción del devastado templo parisino. Otras como Société Générale, JC Decaux o Apple han ofrecido cantidades entre uno y 20 millones.

El Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado que también contribuirá financieramente a la restauración aunque no ha especificado el importe de esta aportación. “Nos sentimos alentados por la iniciativa de restaurar y reconstruir este monumento”, ha indicado la entidad presidida por Mario Draghi. También el Ayuntamiento de París ha anunciado ya el desbloqueo inmediato de 50 millones de euros, mientras que la presidenta de la región de París, Valérie Pécresse, desbloqueó otros 10 millones de los fondos de emergencia “para que las obras más urgentes puedan comenzarse rápidamente”, ha dicho en una visita matutina a la catedral. Por allí, volvían a pasar el martes, 16 de abril, las altas autoridades del país para constatar el avance de las tareas de salvamento, a la espera de recibir una primera evaluación completa de los daños.

 

“No hay parisino que no tenga un recuerdo propio de Notre Dame, no hay francés que no la sienta un poco suya”, frase para colecta ciudadana

Mientras, se multiplican los llamamientos a una cooperación ciudadana. No hay parisino que no tenga un recuerdo propio de Notre Dame, no hay francés que no la sienta un poco suya. A ese sentimiento apeló Stéphane Bern, el periodista y divulgador oficioso de la historia del país -se le conoce como Monsieur Patrimoine, señor patrimonio- para que todos aporten, en la medida de sus posibilidades, su cuota para que la catedral vuelva a erigirse en todo su esplendor. “Que cada uno participe, con un euro, con diez… lo que esté a la altura de sus medios, cada ciudadano debería participar”, dijo en declaraciones a la cadena BFMTV. Sus palabras coincidieron con el anuncio de que la Fundación del Patrimonio, una organización privada que trabaja por la salvaguarda del patrimonio francés y que colabora en varios proyectos con el periodista, un amigo íntimo de Macron, lanzará una colecta nacional para la reconstrucción de la catedral. En Twitter, la fundación también hizo una llamada a donaciones internacionales, que aseguró serán dedicadas “íntegramente a la restauración” del templo gótico parisino.

La ayuda exterior tampoco se ha hecho esperar. Varias organizaciones estadounidenses ya han comenzado a recaudar fondos para la restauración de Notre Dame. French Heritage Society, con sede en Nueva York, inició el proceso de recolecta incluso antes de que las llamas fuesen extinguidas por los bomberos franceses. La organización, que fue fundada en 1982, entregó dos donaciones el año pasado por más de 430.000 dólares para proyectos de restauración de la Biblioteca Nacional de Francia. La plataforma de microfinanciación GoFundMe también ha sido de las primeras en poner en marcha un mecanismo de recaudación. En su portal, se abrieron más de 50 campañas relacionadas a la catedral en todo el mundo, tal y como ha informado el portavoz de la empresa, John Coventry. “En las próximas horas trabajaremos con las autoridades para encontrar la mejor manera de asegurarnos de que los fondos lleguen al lugar donde harán el mayor bien”, ha aseverado Coventry. Mientras, la Unesco ha puesto a disposición de París toda su experiencia en materia de reconstrucción. Una experiencia que, como recordó su directora general, Audrey Azoulay, exministra francesa de Cultura, no es poca en materia de recuperación de monumentos que, como Notre Dame, son patrimonio mundial de esta organización que tiene su sede en París. “La Unesco está al lado de Francia para la salvaguardia y rehabilitación de este patrimonio inestimable. Ya estamos en contacto con expertos y estamos dispuestos al envío de una misión de urgencia para estimar los daños, preservar lo que pueda ser preservado y analizar las medidas a corto y largo plazo”, dijo Azoulay, que también ha visitado la catedral.

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ha propuesto una “gran conferencia internacional” a celebrarse en las próximas semanas con “mecenas del mundo entero” para canalizar y organizar todas las ayudas necesarias para la restauración de Notre Dame. El incendio, que comenzó en torno a las 18.50 hora local, aparentemente de forma accidental, pudo originarse en el techo de la catedral, tal y como han explicado los bomberos. La aguja de la catedral se derrumbó casi una hora después, a la vez que dos tercios del techo han quedado dañados. “El fuego ha sido extinguido, pero seguiremos supervisando las llamas residuales y enfriando algunas partes que siguen muy calientes”, ha explicado al diario local Le Figaro el portavoz de los bomberos de París Gabriel Plus. Notre Dame es Patrimonio Mundial de la Unesco y uno de los monumentos más visitados del mundo. El incendio de Notre Dame ha coincidido con la celebración del último pleno del Parlamento Europeo antes de las elecciones. En ese contexto, la noticia ha copado buena parte de las intervenciones de los eurodiputados, que han mostrado su pesar en pleno debate sobre el Brexit en Estrasburgo. Más allá de las lamentaciones, también ha habido una llamada a la acción. El presidente de la institución, Antonio Tajani, ha propuesto a los parlamentarios que donen su sueldo de hoy para contribuir a la reconstrucción de la catedral, y se ha colocado una caja a la salida del hemiciclo para que cada uno aporte lo que considere. El gesto está lejos de reunir una suma millonaria, pero busca lanzar a Francia el mensaje de que no está sola ante la tragedia. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, también presente en la sala, ha recogido ese espíritu, y ha llamado a la Unión Europea a respaldar a Francia en las tareas de reconstrucción.

¿Arde París? No arde ni Louvre, ni Eiffel, Campos Elíseos, Trocadero, Los Inválios ni Notre Dame. ¿Por qué se llama a París la Ciudad de la Luz? Hay tres teorías diferentes, basadas en tres hechos históricos, que explican por qué se le dio el sobrenombre de ‘Ville Lumière’. No cabe duda de que la capital de Francia es una de las ciudades más bellas y espectaculares del mundo. Desde el largo reinado de Luis XIV, el Rey Sol (1643-1715), hasta las modernizaciones y ampliaciones llevadas a cabo por Haussmann y Napoleón III entre 1852 y 1870, durante el Segundo Imperio, París fue dejando atrás su carácter de villa medieval para convertirse en una urbe al mismo tiempo moderna y grandiosa, cuyos puentes sobre el Sena, edificios y monumentos admiraron y aún admiran a todos cuantos la visitan. Fruto de esa admiración, ganó el apelativo de ‘Ville Lumière’ (Ciudad de la Luz), pero ¿cuándo exactamente y por qué motivo? La primera teoría se remonta al siglo XVII. Como en el caso de las otras dos que circulan al respecto, no habrían sido los parisinos sino los forasteros -franceses de provincias de paso por la capital y visitantes extranjeros- quienes, maravillados por la visión del primer alumbrado público del mundo, difundieron la idea de una ciudad siempre iluminada. Pero estas luces no se debían a una opción estética sino a algo más prosaico: al parecer, el prefecto de la Policía de París nombrado por Luis XIV, Gilbert Nicolas de la Reynie, ante la alta tasa de criminalidad callejera, ordenó en 1667 colocar lámparas de aceite y antorchas en puertas y ventanas para disuadir a los malhechores.

Otra explicación, mucho más literaria, atribuye la famosa denominación al fenómeno acaecido en Francia en el siglo XVIII que conocemos como Ilustración. Como es sabido, en el período que va del reinado de Luis XV a la Revolución de 1789 París se convirtió en la capital mundial de la filosofía, el pensamiento político y la cultura merced a figuras del renombre de Voltaire, Diderot, Rousseau, Montesquieu, etcétera, dando lugar a comparaciones con la Atenas de Pericles o la Italia renacentista. Así, se dio en llamar a dicha centuria el Siglo de las Luces -por contraste con el oscurantismo absolutista anterior- y, según algunos, a París la Ciudad de la Luz por protagonizarla. La tercera y última versión sitúa la aparición del calificativo algo más tarde, en la primera mitad del siglo XIX, y le da un sentido literal como la primera, y no metafórico como la segunda. En este caso, se debería a la implantación en todo París, en la década de 1830, del alumbrado de gas (desarrollado entre otros por el ingeniero y químico francés Philippe Lebon). Gracias a esta innovación, la magnífica iluminación de las calles y los pasajes comerciales parisinos habría fascinado a los europeos de la época, y en particular a los ingleses, que no dudaron en bautizar a la urbe como City of Lights. En definitiva, tenga quien tenga la razón, las tres teorías son acertadas.

La Ciudad de la Luz es esta Semana Santa del 2019, más que nunca la ‘Ville Lumière’, merced a las destellos de solidaridad que están llegando desde millones de rincones de la tierra, también desde Cancún, Solidaridad- desde dónde, si no- Chetumal y otros municipios de Quintana Roo y el Caribe Mexicano. Notre Dame es también “Notre Drame” como titulaba el periódico Libération.

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