EL BESTIARIO
SANTIAGO J. SANTAMARIA GURTUBAY
En plena ‘Guerra de las Vacunas’ dominada por las farmacéuticas, el novelista y espía inglés John Le Carré nos advirtió en ‘El jardinero fiel’ de Big Pharma…
‘Guerra de las vacunas: ¡alto el fuego!’. Así titulaba hace unos días su editorial el diario francés ‘Le Monde’. Esta fase por la pandemia de COVID-19 está presidida por una contienda sin cuartel en cuanto a las vacunas, la única solución a la vista para la crisis sanitaria. La están ganando las grandes farmacéuticas, imponiendo subrepticiamente sus condiciones, de venta al mejor postor (con las famosas ‘cláusulas confidenciales’) y olvidando que la investigación y el desarrollo sobre las vacunas se ha hecho en gran medida con fondos públicos. En todo caso, este es el primer reto: ¿habrá vacunas para todos, es decir, una vacuna por cada habitante del mundo, más de 6.000 millones de dosis? ¿Se distribuirán equitativamente? Un desafío absolutamente inédito en la historia moderna. Según el Centro Duke de Innovación en Salud Pública de Madrid, España, los 1.230 millones de personas que viven en los países de más altos ingresos han comprado a través de sus gobiernos 4.198 millones de vacunas, mientras los 3.500 millones que residen en los países de ingresos medios/bajos han encargado 713 millones, a los que sumarán 1.110 millones de la iniciativa global Covax, promovida por la OMS Organización Mundial de la Salud).
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, informó que se vacunará con las dosis de AstraZeneca. “Me corresponde con AstraZeneca. No tiene riesgos la vacuna. Son mínimos para el beneficio que causa. Siempre y cuando ayude para que la gente tenga confianza. No está de más decir que hace falta la vacunación”, dijo AMLO. La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) anunció el miércoles haber hallado “posibles vínculos” de causalidad entre la vacuna anglosueca y la Universidad de Oxford, de AstraZeneca contra la COVID-19 y una forma grave de trombosis observada en personas vacunadas. La frecuencia de este raro efecto adverso es tan baja, sin embargo, que no justifica dejar de administrar la vacuna, según la autoridad europea. El comité de farmacovigilancia de la EMA ha analizado 84 casos de trombosis, de los que 18 resultaron mortales, notificados por 16 países de la UE, y su conclusión fue clara: los beneficios de la vacuna superan con creces los posibles riesgos. A pesar de ello, es evidente que el reconocimiento de la probabilidad del vínculo y las incógnitas que rodean los episodios adversos generan inquietud en la ciudadanía. Es esencial pues que las autoridades políticas y científicas manejen toda esta cuestión con máximo cuidado para no minar la confianza de la población en una herramienta que sigue siendo esencial en la lucha contra la pandemia, y teniendo en cuenta que no hay aún suministros suficientes.
Es fundamental establecer las estrategias necesarias para seguir aprovechando, con prudencia, esta herramienta. Es importante que en el camino que queda por delante esas pautas sean lo más concordantes posibles en Europa, a la luz de la evidencia científica de cada momento, para evitar distorsiones y que se propague un miedo injustificado que cause rechazo hacia la vacuna. Puesto que no se conoce todavía el mecanismo exacto que genera esta rara reacción adversa, resulta difícil establecer criterios firmes de exclusión que incrementen la seguridad. Esa debe ser ahora la prioridad de los equipos de farmacovigilancia. De momento, se sabe que la mayoría de las personas afectadas son mujeres y tienen menos de 60 años. De acuerdo con este dato, el Ministerio de Sanidad y las comunidades —con la oposición de Madrid— dieron un giro radical y acordaron paralizar la administración de la vacuna a los menores de 60 años hasta que se obtengan nuevas evidencias. Italia dio el mismo paso. Alemania ya tenía en vigor esa misma pauta, y Francia otra parecida. Los ministros del sector de la UE no lograron pactar una pauta común general. Es de esperar que pueda haber convergencia en el futuro. En cualquier caso, debe mantenerse la calma —no hay ninguna razón científica para el nerviosismo y mucho menos el pánico— y evitar tomar decisiones precipitadas, como la de Castilla y León, que suspendió la vacunación. Actuar de forma unilateral no garantiza un mejor resultado y, en cambio, lo que consigue es crear desconfianza.

Ningún medicamento es completamente seguro. La cuestión es si los beneficios que aporta compensan los riesgos inherentes a su uso. Y en este caso la evidencia científica que proporciona la EMA dice que así es. No hay que olvidar que esta vacuna ha demostrado ser efectiva en la prevención de casos graves. En el actual contexto de crecimiento de los contagios y limitaciones en la producción de vacunas, renunciar de forma radical a AstraZeneca puede acabar causando muchísimas más muertes de las que se evitarían suspendiendo su uso. Habrá que medir bien entre prudencia y los riesgos de hiperreacción. En este escenario ‘bélico’ comenzaron las vacunaciones para los mayores de 60 años en Cancún. Los residentes en Bahía Azul recibimos la AstraZeneca. La logística fue perfecta, lográndose que miles de vecinos nos fuéramos a casa, esta semana, con la primera dosis. El personal sanitario, médicos, enfermeras, auxiliares de la Salud Pública, funcionarios municipales y estatales… demostraron una vez su profesionalidad. Todos estuvimos escoltados por fuerzas militares y policiales. Les voy a ser sincero. Viendo las filas, que no fueron interminables, al contrario, fantaseé en la peligrosidad de esa aglomeración pública, olvidándome de los mil y un reportes sobre la ‘peligrosísima’ AstraZeneca, mucho menos letal que una desbandada de los miles de seguidores de The Beatles, Freddie Mercury y Queen, The Rolling Stones…, que nos dimos cita en el Deportivo Jacinto Canek.
‘El jardinero fiel’ es una novela publicada en 2001 por el escritor británico John Le Carré. En 2005 se estrenó la película homónima, protagonizada por Ralph Fiennes, y estaría inspirada en unos ensayos farmacéuticos llevados a cabo en niños nigerianos en 1996. Esta inquietante obra de John Le Carré comienza con el asesinato de Tessa Quayle, una mujer joven y bella, cerca del lago Turkana, en el norte de Kenia, cuna de la especie humana. Su supuesto amante africano y compañero de viaje, un médico al servicio de una ONG, ha desaparecido del escenario del crimen. El marido de Tessa, Justin, aficionado a la jardinería y diplomático destinado en la embajada británica de Nairobi, emprende su particular odisea para descubrir a los asesinos y sus motivos. Sus indagaciones lo llevan al Foreign Office de Londres, a varios países de Europa, a Canadá y de nuevo a África, a lo más profundo del sur de Sudán y, por último, al lugar mismo en que Tessa murió. En el camino encuentra terror, violencia, situaciones cómicas, conspiraciones e información. Pero su mayor descubrimiento es la mujer a la que apenas tuvo tiempo de amar. Escrita por uno de los narradores más convincentes y elegantes de nuestro tiempo, El jardinero fiel es la conmovedora historia de un hombre ennoblecido por la tragedia, y una magnífica exploración de la cara oculta del capitalismo desenfrenado.
Nigeria sentó ante los tribunales a la primera multinacional farmacéutica del mundo, Pfizer, estadounidense, con sede central en Nueva York, por unos hechos en los que John Le Carré se inspiró para escribir una implacable crítica contra los laboratorios en ‘El jardinero fiel’. El juez de la Corte Suprema Federal de Abuja cuestionó el ensayo clínico que Pfizer hizo en el país africano. Todo se parecía se parecía a la trama del thriller protagonizado por Ralph Fiennes, en 2005. En la balanza estuvieron la confianza pública de África en estos estudios clínicos, la propia reputación de las grandes compañías y una indemnización millonaria de 7.000 millones de dólares. Los sucesos denunciados se remontan a 1996. Nigeria estaba siendo sacudida por una virulenta epidemia de meningitis que afectó a miles de personas en la región de Kano, al norte del país, que se cobró la vida de 25.000 personas en la zona conocida como el cinturón de la meningitis africano, que va desde Senegal y Gambia al oeste hasta Etiopía al este. Pfizer acometió entonces un ensayo clínico en niños de un nuevo antibiótico inyectable (Trovan), que estaba en la última fase de desarrollo. Pero lo hizo, según las autoridades nigerianas, sin el consentimiento informado escrito de los voluntarios, manipulando datos y pasando por alto la autorización del comité ético nigeriano y del hospital donde se hicieron los ensayos. Pese a que el antibiótico se evaluó antes en 5.000 pacientes, el resultado del ensayo -ya conocido como el Test de Trovan de Kano- se saldó con la muerte de once niños y graves malformaciones físicas y mentales en otros 200, lo que se juzgó 11 años después. Los cargos de la acusación penal fueron de conspiración criminal y homicidio de inocentes.
El novelista británico David Cornwell, conocido en todo el mundo como John Le Carré, falleció a finales del 2020 en Cornualles, Reino Unido, tras una breve enfermedad sin relación con el COVID, según informó en su cuenta de Twitter el que fuera su agente literario, Jonny Geller. “Carré fue indisputablemente un gigante de la literatura inglesa. Definió la era de la Guerra Fría y dijo sin miedo la verdad al poder en las décadas que siguieron” recalcó Geller en un breve comunicado. Sus propias vivencias como espía fueron la base en que el británico se inspiró para muchas de sus obras, que explicaron como pocos las tensiones que atravesó el mundo durante la Guerra Fría, la época en que ambientó muchos de sus relatos de suspense y espionaje. La tercera novela de Le Carré, ‘El espía que surgió del frío’ (1963), logró un enorme éxito y le convirtió en “el más famoso escritor de espías en el mundo”, en palabras de Geller. Tanto esta obra como ‘El topo’ (1974) incluían al agente George Smiley, que fue probablemente su más celebre creación y contó con una serie propia, y fueron adaptadas exitosamente al cine. ‘Un espía perfecto’ (1986) es, para muchos, su obra maestra; mientras que su última publicación fue ‘Un hombre decente’ (2019). ‘El jardinero fiel’ (2001), ‘La chica del tambor’ (1983) o ‘La Casa Rusia’ (1989) fueron otras de sus obras más celebradas.
George Smiley puso algo de luz a ese mundo de tinieblas que fue el enfrentamiento, tras la derrota del nazismo de Adolf Hitler y el fascismo de Benito Mussolini, que protagonizaron la Unión Soviética y Estados Unidos y sus modelos intocables de comunismo y capitalismo. En una entrevista con ‘The Sunday Times’, el novelista admitió que estuvo tentado de pasarse a la Unión Soviética cuando trabajó como espía occidental, no por razones ideológicas, sino por la curiosidad de saber qué había al otro lado del Telón de Acero. “Cuando espías intensamente y te acercas más y más a la frontera… parece un paso tan pequeño… para, ya sabes, averiguar todo lo demás”, sonreía Jhon Le Carré.
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