¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?

EL BESTIARIO

SANTIAGO J. SANTAMARIA GURTUBAY

Casquitos de guayaba, ‘bacterias’ contra la Unión Soviética, ‘Conchita’, disuadieron a Solidaridad de Lech Walesa de asaltar la Embajada de Cuba en la Varsovia del general, Wojciech Jaruzelski y el papa Juan Pablo II…

Uno pone el telediario o abre un periódico en este 2020 de la pandemia, de los huracanes y de la recuperación turística en Quintana Roo y se encuentra con que espías rusos envenenan a otros espías, también rusos, que están de agentes dobles en Londres. Y, entonces, la Casa Blanca reacciona expulsando diplomáticos en Washington y, entonces, el Kremlin se pone nervioso y reacciona expulsando embajadores de Moscú… Corea del Norte lanza misiles y luego recibe amenazas y luego hay un anuncio de desarme… Es como volver a los años ochenta, cuando sí que estaba vigente aquella Guerra Fría, ese conflicto latente y no declarado entre las dos potencias del momento: por un lado, los Estados Unidos y los países aliados occidentales de la OTAN; por otro, la URSS, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los países comunistas de la Europa del Este agrupados en torno al Pacto de Varsovia, y como no, la Cuba del Comandante Fidel, ‘a 55 Minutos en avión desde Cancún a La Habana’. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, y hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991, el mundo estuvo amenazado por un posible conflicto bélico que podía ocurrir en cualquier momento entre las dos potencias en liza, ambas armadas con temibles arsenales de misiles atómicos. Vivíamos todos con el miedo constante a que estallara un conflicto nuclear. En los años ochenta, además, el debate estaba muy vivo en España por aquello de la entrada de los ‘gallegos’ como país miembro de la OTAN, y se decía entonces que eso les ponía en el punto de mira de los misiles soviéticos. Tamaña preocupación se despachó sin embargo con sumo cachondeo por estos dignos representantes de la ‘Movida Madrileña, y sus ‘Pedos Almodóvar’. Polanski y el ardor fue un grupo punk de los setenta y ochenta del pasado siglo XX efímero que sólo duró en escena un par de años y que sólo tuvo este éxito con su histórico estribillo: ¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?”. Y, por fortuna, los ataques de la URSS nunca tuvieron lugar y al final todo quedó en una olvidable pesadilla que no sucedió. Tampoco acaeció un asalto anunciado en la capital polaca, en la Embajada de Cuba, por el supuesto respaldo castrista al golpe de Estado dado por el general, Wojciech Jaruzelski… Eran tiempos de ‘vorágines’ de la ‘Perestroika’ del expresidente soviético, Mijail Gorbachov, quien con el ‘placet’ de Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos, Margaret Thatcher, ex primer ministro del Reino Unido, Lech Walesa sindicalista de Solidaridad de Polonia, y el mismísimo papa Juan Pablo II, acabó con dinamitar LA oficialmente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (en ruso, Сою́з Сове́тских Социалисти́ческих Респу́блик, CCCP…), que existió entre 1922 y 1991 en Eurasia.

Hace más de veinte años, en el País Vasco, en el norte de España, surgió la idea de crear una revista con el nombre de ‘El Globo Rojo’, germen del Grupo ELBESTIARIO, un cuarto de siglo después en el Caribe. Su director, un ‘loco’, sus redactores, otros ‘locos’, sus fotógrafos, unos ‘locos’ más, sus diseñadores, sus distribuidores, sus expertos en ‘marketing’…, en fin todos, eran consumidores de productos recetados por los discípulos de Sigmund Freud y Jacques Lacan.  Pablo Gallastegui era el más joven y el más ‘loco’ de los doctores del Hospital Psiquiátrico de Mondragón. Gracias a él, sin duda alguna, se logró materializar la idea. Compartí muchos de los momentos estelares del ‘magazine’ rompedor en la siempre tradicional sociedad vasca. En sus páginas se hacía un encantador, delirante y libertario repaso a las noticias locales, nacionales internacionales, primando especialmente estas últimas. ¿Por qué? Muchos de los internados, al igual que los protagonistas de la novela ‘Las inquietudes de Shanti Andia’ del escritor vasco de la Generación del 98, Pío Baroja, habían recorrido miles de millas marinas con los barcos atuneros de la flota de Bermeo por las aguas, hoy llena de piratas, cercanas a las Islas Seychelles; otros, habían sucumbido a los encantos ‘pasotas’ de una Ibiza ‘hippy’, segados por la Ley de Vagos y Maleantes de la España de Franco; hay quien sacaba su ‘lana’ bajando al ‘moro’ y subiendo en sus entrañas varios condones repletos de haschish de Ketama, introducidos a golpe de vaselina; otros ‘viajaron’ gratis gracias a los ‘ajos’ (LSD) que se distribuían por doquier en la España de la Transición…

Hablando de ‘ajos’ o ‘estrellas’, una pequeña anécdota, antes de proseguir. En la plaza Unzaga de la ciudad guipuzcoana de Eibar, compartía mesa y tertulia en la cafetería ‘Choko’, con Pablo Gallastegui y con el poeta maldito Leopoldo Maria Panero, autor de ‘Poemas del Manicomio de Mondragón’, y uno de los reporteros de ‘moda’ de ‘El Globo Rojo’. Se nos acercó un joven ‘camello’, ofreciéndonos un ‘viaje alucinante’ con ácido lisérgico. “¿Y si te tomas, que rollo te da…?”, le preguntamos. Presto nos dio una convincente explicación. “Nada, te tomas un ‘ajo’ y te metes un viaje de puta madre. Se te queda el cuello y la lengua paralizados durante más de seis horas…”. El genial Leopoldo María Panero, el “último poeta transgresor” le reclamó ampliar la oferta. “Oye tío, no tienes algo más fuerte. No se algo que te de una trombosis que te deje paralizado al menos medio cuerpo o más… Eso sería la hostia…”. El ‘camello’ desapareció ante la contundente oferta de Panero. Este no dejó de loar las dotes comerciales del vendedor de LSD. “Este tío sería capaz de vender una radio que no se oyera nunca, una televisión sin pantalla funcionando, un reloj que no diera las horas… Es increíble que ninguna de las empresas que ponen a diario sus anuncios en la prensa demandando comerciales no haya dado con este genio…”.

El joven Leopoldo María, al igual que tantos descendientes de los prohombres del régimen franquista, se sentía fascinado por la izquierda radical. Su militancia antifranquista constituiría el primero de sus grandes desastres y le valdría su primera estancia en prisión. Tenía una formación humanista, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y Filología Francesa en la Universidad Central de Barcelona. De aquellos años jóvenes datan también sus primeras experiencias con las drogas. Desde el alcohol hasta la heroína, a la que dedicaría una impresionante colección de poemas, ninguna le es ajena. En los años 70 es ingresado por primera vez en un psiquiátrico. Sin embargo, sus constantes reclusiones no le impiden desarrollar una copiosa bibliografía no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista e incluso narrador. A finales de la década de los 80, cuando por fin su obra alcanza el aplauso de la crítica entendida, se decide ingresar de manera permanente en el psiquiátrico de Mondragón. Sin embargo, casi diez años después se establecería, por propia voluntad, en la Unidad Psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria. ‘El Globo Rojo’ perdió a una de sus mejores ‘plumas’. La vida de este poeta y su entorno familiar siempre ha desatado curiosidad en el ámbito cultural español, como muestra la película de Jaime Chávarri, ‘El desencanto’, un documental realizado en 1976, poco después de la muerte de Franco, que refleja cómo era su familia, en plena desintegración del franquismo, acomodada e intelectual, pero también: desmembrada, autoritaria y en la que la figura de su padre pesaba aún con su ausencia.

De aquel encuentro en Eibar, todavía conservo un poema de Leopoldo María Panero, dedicado a la heroína, camuflada con los primeros vientos de libertad que estrenaba la Euskadi y la España de entonces y con el último LP de Lou Reed donde dedicaba su canción estelar al ‘caballo’, al ‘jaco’, ‘Perfect Day’. Lou Reed, nacido en Nueva York, padre del rock alternativo, se adelantó a su tiempo en la elección de algunos temas. La música popular no se pondría a su altura hasta la aparición de los punks, entre mediados y finales de los años 70 del siglo XX. Incluso entonces sus canciones eran únicas: ya fuese entre guitarras distorsionadas o suavemente melódicas, Reed cantaba sobre las co- sas desasosegantes, o incluso sórdidas, que otros letristas no trataban. “Walk on the Wild Side” era un saludo irónico y gráfico a los inadaptados, chaperos y travestis en la Factoría de Andy Warhol…

Ante la popularidad creciente del sindicato Solidaridad y de su líder Lech Walesa, Wojciech Jaruzelski, implantó el 13 de diciembre de 1981 el estado de sitio. La visita de Juan Pablo II a su país natal en 1979 brindó apoyo al incipiente movimiento Solidaridad, e impulsó el crecimiento del fervor anticomunista. El Papa celebró una misa en la Plaza de la Victoria (o Plaza Piłsudski) en Varsovia y concluyó su sermón con un llamado a “renovar la cara” de Polonia: “Dejad que el Espíritu descienda y renueve la cara de esta tierra”. Estas palabras tuvieron un gran impacto en los ciudadanos polacos, que lo entendieron como un incentivo para los cambios democráticos. Aquel gesto de hace treinta años le iba a costar muy caro. Lech Walesa, premio Nobel de la paz no se lo perdonó. El 31 marzo de 2006 en general Jaruzelski fue acusado de “crimen comunista” y condenado a 8 años de prisión por haber implantado la ley marcial en 1981. No sabemos por qué se corrió el rumor en Varsovia que el ‘golpe de timón’ de Jaruzelski tenía como ‘asesores’ a los mismísimos funcionarios de la Embajada de Cuba. La noticia llegó a los oídos de la inteligencia caribeña y sobre todo la consigna lanzada por el sindicato católico de asaltar la sede diplomática del Caimán Verde. Los habaneros, santiagueros, pinareños, camagüeyanos… comenzaron a tomar posiciones. Por aquellos días visitaban Polonia varios miembros del Departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Años después, miembros de este departamento como Alberto Rodríguez Arufe, Julio A. Alfonso, Alfredo León…, los confirmarían en una tertulia que siguió a una comida en la playa de La Puntilla de Santa Fe, junto a la Marina Hemingway, en plena Habana, lo acontecido en aquellos días turbulentos en Varsovia.

El nerviosismo era palpable en la Embajada de Cuba. No era para menos. Miles de polacos cabreados, bendecidos por el mismísimo Juan Pablo II, para algunos ‘el intelectual de la caída del comunismo’, parecían dispuestos a hacer desaparecer la pequeña parcela caribeña de las calles de Varsovia. La sede no estaba al ras del suelo, sino en una altura de un tercer piso. Tras reunir las dos o tres armas cortas reglamentarias, alguien propuso el reunir junto a las ventanas todo aquello que pudiera ser lanzado contra la cabeza de los asaltantes. Las tres o cuatro grapadoras, varias sillas, papeleras…, no daban para resistir mucho tiempo. Varias botellas de ron Havana Club, cajas de puros habanos…, se incorporaron a la ‘munición’. Los compañeros recién llegados de La Habana se sumaron a la operación. El jefe de la comitiva hizo referencia a un contenedor de 40 pies ‘aparcado’ en el patio de la Embajada, cerrado a cal y canto. ¿Qué hay ahí?, preguntó. “Hay latas de casquitos de guayaba de la fábrica de conservas ‘Conchita’ de Pinar del Río, que no han podido ser comercializadas en el mercado polaco. Los responsables de comercio interior las rechazaron pues argumentan que tienen mucho contenido de plomo en torno al cierre de las latas… Hay que abrir el contenedor y apiñar las latas…”. La unidad cubana volvió a imponerse en aquellos momentos perturbadores para la Revolución Cubana. Quien les iba a decir a los compañeros que aquellas latas de munición de ‘Conchita’ podían salvarles la vida. Ninguno de los protagonistas de aquella epopeya anunciada, treinta años después, nos reconocían, han vuelto a comer casquitos de guayaba. Lo mismo le ocurrió a todo el Cuerpo Diplomático de Varsovia…

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