Michael Moore y ‘Donald Frankenstein’

ENTREVISTAS

MARÍA CONTRERAS

“Si vuelves a la gente estúpida, votarán a un estúpido”. El polémico documentalista estrena ‘Fahrenheit 11/9’, en el que analiza cómo y por qué llegó Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. En verano de 2016, Michael Moore (Flint, Michigan, 1954) publicó una carta titulada Cinco razones por las que Donald Trump ganará en la que pronosticaba con inquietante clarividencia los motivos que llevarían al empresario a derrotar a Hillary Clinton meses después.

 

En el ecuador de la legislatura, y con elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, el cineasta prefiere dejarse de profecías y entrar en campaña con el arma más poderosa que tiene a su alcance: sus películas. Moore habla en un hotel de Londres, entre sorbo y sorbo de un vaso de leche (la conversación proseguiría por teléfono dos días después). Está en la ciudad para presentar en su festival de cine Fahrenheit 11/9, su décimo documental, un análisis tan entretenido como tendencioso de las circunstancias que, contra todo pronóstico, acabaron con Trump en el Despacho Oval. El título alude al 9 de noviembre, día en que el republicano fue confirmado como el 45º presidente de Estados Unidos, y también es un guiño a su película más taquillera, la anti-Bush Fahrenheit 9/11, que se alzó con la Palma de Oro en Cannes en 2004. El filme se estrena el próximo viernes en España, que es… 9 de noviembre.

La figura de Moore no goza de la autoridad de hace una década, cuando la revista Time lo incluía en su lista de las 100 personas más influyentes del mundo y cada uno de sus documentales era considerado por la izquierda estadounidense poco menos que una brújula moral. Él sigue creyendo que el cine puede inspirar activismo político, aunque no aspira a hacer cambiar de opinión a los trumpistas (“Quien le sigue apoyando después de todo lo que hemos visto ya es irrecuperable”), sino a persuadir para que se acerquen a las urnas a ciudadanos que no tenían previsto hacerlo. Ha hecho las cuentas: “Solo perdimos por 77.000 papeletas; de entre los 100 millones que no votaron, bastaría con convencer a 77.000 de que esta vez sí lo hagan”. Desde su estreno en septiembre en Estados Unidos y Canadá, algunos espectadores se han ofrecido en Twitter a pagarle la entrada a otra persona para ayudar a propagar el mensaje.

En Fahrenheit 11/9, el dedo acusador de Moore apunta en todas direcciones. Empezando por él mismo, que admite haberse dejado manipular cuando participó codo con codo con Trump en el talk show de Roseanne Barr en 1998. También censura a los medios de comunicación por seguirle el juego y darle minutos de pantalla incluso a su atril vacío cuando hacía esperar a la prensa. Pero, por sorprendente, es la dura crítica contra la vieja guardia del Partido Demócrata –Obama incluido–, a quien Moore atribuye gran parte de culpa en el ascenso de Trump, la que deja un regusto más amargo. “Yo tengo que contar la verdad, por dura que sea. Mi objetivo era explicar que él no cayó del cielo; nosotros lo creamos, somos el doctor Frankenstein de este monstruo. Todos somos responsables por haber permitido durante años que sucedieran muchas cosas sin atajarlas”. Y enumera: “¿Que empeoren las escuelas? Hecho. ¿Que los medios de comunicación queden mermados y sean comprados por grandes empresas para que a la gente no le lleguen las historias reales? Hecho. ¿Cerrar bibliotecas por todo el país? Hecho. Si vuelves a la gente estúpida, votarán por un estúpido”.

Tachado de populista por sus detractores, Moore no duda en recurrir al alarmismo para avisar de que no debemos dar la democracia por sentada, e incluye varias secuencias en las que Trump ¿bromea? con la posibilidad de ser “presidente de por vida”. Pero su recurso más provocador pasa por doblar una grabación de Adolf Hitler con la voz del republicano. “Las cosas pueden ponerse igual de feas que en la época nazi», insiste. «En el libro Friendly Fascism, Bertram Gross decía que el fascismo del siglo XXI no llegaría con campos de concentración y las esvásticas, sino con una cara sonriente en un programa de televisión, y eso es exactamente lo que está pasando”. Para Moore es crucial hacer entender que Trump está lejos de ser el bobo colérico e infantiloide que muchos ven en él: “Parte de su rutina es hacerse el loco. Como en Arma letal, cuando Mel Gibson se hacía el poli chiflado, y dejaba tan confuso al malo que lograba desarmarlo. En vez de reírse de Trump, lo que la gente tiene que hacer es tomárselo en serio y asumir su maldad”.

El polo positivo de la película está representado por los profesores de Virginia Occidental que decidieron ir a la huelga para mejorar sus condiciones laborales; o por la secretaria April Cook-Hawkins, que destapó un ardid para falsear los resultados del nivel de plomo en sangre de los niños afectados por el escándalo del agua contaminada en Flint; o por los candidatos “insurgentes” al Congreso, como la latina Alexandria Ocasio-Cortez o la musulmana Rashida Tlaib; y, sobre todo, por los alumnos del instituto Parkland que organizaron el movimiento March For Our Lives tras la masacre cometida en su centro. El filme se cierra con la mirada desafiante de la estudiante Emma González, lo que hace pensar que Moore tiene su esperanza puesta en los jóvenes. Sin embargo, ese no es un término con el que él comulgue. “Yo no tengo esperanza, la esperanza es como una droga que nos ayuda a calmarnos. No soy un cínico; si pensara que todo está perdido, me rendiría. Pero, ¿puedo prometer que las cosas van a salir bien el próximo martes o dentro de dos años? No. Podríamos no librarnos nunca de Trump, la cosa está así de mal. Lo que necesitamos es acción, no esperanza y oraciones. Acabé con la imagen de Emma porque te mira directamente desde la pantalla para que sientas su dolor y luches a su lado”.

Cuando detuvieron a Cesar Sayoc, el acusado de enviar artefactos explosivos a demócratas prominentes, la foto de Michael Moore estaba entre las que encontraron en su furgoneta. Pero, como el cineasta acaba de publicar en su web, sus caminos ya se habían cruzado antes: en febrero de 2017 el equipo de Fahrenheit 11/9 se trasladó a Melbourne (Florida), para filmar el primer mitin de reelección de Trump, y Sayoc fue grabado con un cartel que rezaba “la CNN apesta”, aunque las imágenes se quedaron en la sala de montaje. Si Moore estaba o no en su lista nunca se sabrá, pero desde su famoso discurso de recogida del Oscar por Bowling for Columbine, en el que fue abucheado por denunciar, tres días después de la invasión de Irak, que habían ido a la guerra por “motivos ficticios”, está acostumbrado a convivir con las amenazas: “Sí, las recibo de manera habitual, pero no me las tomo en serio, es gente que busca desquitarse enviando un email o algo así. Las personas por las que tienes que preocuparte son las que no mandan amenazas”.

 

Michael Moore planta cara a Trump, estrena su análisis de cómo los estadounidenses pusieron a “un bufón y un mentiroso” en la Casa Blanca

Michael Moore ama Canadá. Y los canadienses aman a Michael Moore. El festival de Toronto fue donde estrenó su primer documental, ‘Roger & Me’, en 1989. Y, desde entonces, siempre intenta empezar el tour de sus películas por este certamen. Lo ha hecho de nuevo este año con ‘Fahrenheit 11/9’. La noche del estreno, en la inauguración, el público canadiense le recibió en pie al grito de “Michael for President”. Él les dio las gracias por existir y por su primer ministro. El país vecino de EE UU sería su refugio si las cosas se pusieran tan feas como en la serie basada en la novela de Margaret Atwood, El cuento de la criada. “Por suerte aún no”, bromeó.

Del miedo al apocalipsis a un futuro esperanzador. Por ahí va su ‘Fahrenheit 11/9’, un título que juega con el de que hasta hoy es su documental más taquillero, Fahrenheit 9/11, el que dedicó a Bush y a su guerra del terror. Si aquel usaba la fecha del 11 de septiembre como inicio, este parte del 9 de noviembre, el día en que Donald Trump ganó las elecciones. ¿Cómo y por qué llegaron a ese punto? “Si la gente espera una película sobre Trump, no lo es”, dice. Su objetivo, en cambio, es responder a una pregunta. “¿Cómo coño ha sucedido esto?”. ¿Cómo llegó “el bufón de Trump” a la Casa Blanca? En su habitual tono cómico, Moore señala primero a una persona, no es ni Steve Bannon, ni Putin… “Es Gwen Stefani”, la cantante de No Doubt. Cuando Trump se enteró de que ella cobraba más como jurado de La voz que él en su reality show, The Celebrity Apprentice, decidió presentarse a las elecciones como prueba de su popularidad a la NBC. Ya había amenazado otras veces, “desde 1988”, dice el director, pero esta vez se creció ante el apoyo y el ruido mediático.

Los medios de comunicación fueron algunos de los culpables de su éxito, sostiene Moore. Las audiencias se disparaban cada vez que le sacaban en pantalla hablando del muro que iba a construir en la frontera con México. “Donald J. Trump no cayó del cielo”, escribió el director de Bowling For Columbine justo antes del estreno en Toronto. “Era el resultado lógico de una larga espiral cuesta abajo que culminó con uno de nuestros más odiados ciudadanos conquistando nuestra oficina más poderosa”. Fahrenheit 11/9 es la película “con mayor sentimiento de urgencia” que ha dirigido Moore. La ideó tras las elecciones, y en menos de dos años la ha acabado para estrenarla en EE UU, justo a tiempo de las elecciones legislativas al Congreso del próximo noviembre. “Creo que el estreno de la película será el principio del fin de Trump” –dice– “y quizá, más importante, el posible final del sistema podrido y corrupto que nos dio a Trump”.

Ya sin bromas, Moore culpa en el documental al establishment del Partido Demócrata, por cómo trampeó los resultados de la elección de Hillary Clinton frente a Bernie Sanders. Culpa a Obama y su “falsa esperanza”. Culpa a los medios por hacer como hicieron con Hitler, no viendo el peligro que amenazaba –presenta montajes en el filme con imágenes del líder nazi y la voz de Trump–. Y habla de una corriente de permisividad corrupta como la que permitió la crisis del agua contaminada de Flint (Michigan), la ciudad del cineasta. O la defensa incondicional de las armas como derecho que ha llevado a nuevas masacres, como las de Parkland.

“Trump es nuestro Frankenstein y nosotros somos su doctor Frankenstein”, dice. Aunque por muy fatídico que se ponga –fue de los pocos que, públicamente, vio claro y anunció la victoria de Trump meses antes–, Moore sigue viendo esperanza. Más ahora. Al final, en Fahrenheit 11/9 aparece acompañando a los nuevos candidatos al Congreso, como la aspirante latina por el Bronx, Alexandria-Ocasio Cortez, o junto la primera musulmana en presentarse: Rashida Tlaib por Detroit. Moore le da voz a la mujer que filtró los engaños de Flint, April Hawkins, y al grupo de estudiantes que comenzó el movimiento March for Our Lives, después de la masacre en su instituto en Parkland. También sigue la histórica huelga de los profesores de West Virginia, que después se ha propagado a otros estados. A algunos representantes de estos grupos los trajo con él a Toronto, al estreno mundial, y prefirió que hablaran ellos después de la proyección. Moore también llenó la sala de pañuelos rojos, el símbolo del red neck estadounidense, la clase trabajadora, “no porque se les quemara el cuello con el sol, sino por su afiliación sindical”, aclaró. Otro golpe de efecto para su objetivo de acabar con Trump.

Moore está confiado: Fahrenheit 11/9 se estrenó el pasado 21 de septiembre en más salas que ninguno de sus títulos anteriores (1.500 en todo Estados Unidos). Y tras el tibio éxito de su anterior filme, ‘¿Qué invadimos ahora?’, este documental ya lo ha vendido a muchos territorios. El cineasta no solo tiene un mensaje para sus conciudadanos, sino para todo el mundo, como aseguró antes de entrar en la proyección en Toronto: “Por favor, confiad en que hay millones de americanos trabajando lo mejor que saben para deshacer el daño que Trump está infligiendo al mundo”.

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